Locura de Invierno. Capítulo 1

El frío no se va

El frío acaricia mi piel, suave y lentamente, penetra cada capa y sigue entrando en mi cuerpo, se instala dentro de mí, como si de su casa se tratara, ignora mis intentos de echarlo, tiemblo y nos es por su presencia, es de miedo; siento tanto miedo de que no haya nada que lo desplace de mi cuerpo, miedo de que nada consiga calentarme jamás, miedo de que él se dé cuenta de lo que soy ahora, miedo a que se percate de la frialdad que habita en mi y que me rechace por ello, tengo tanto miedo que ya no sé si el frío viene de afuera o soy yo que me estoy congelando desde adentro y no me había dado cuenta o mejor dicho no quiero darme cuenta. 

Abro los ojos y la luz de la habitación me cega por un momento, miro a mi alrededor y el miedo se expande por todo mi cuerpo.

—Noooooooo

No puede ser, este lugar…

— ¡No…! de nuevo no —sollozo.

Las cortinas blancas inmóviles cubren las ventanas, las paredes parecen rodearme amenazadoramente, sofocándome, me asfixian. Quiero gritar pero mi voz no sale, solo puedo llorar.

Aprieto las sabanas blancas que cubren mi lánguido cuerpo y siento tanto miedo que mi cuerpo tiembla cuando escucho la puerta abrirse.

—Hasta que despiertas —escucho su maldita voz socarrona. 

Camina directamente hacia mí, se ha remangado la camisa y desabrochado los primeros botones dejando a la vista su pecho. Sus ojos se fijan en mí y recorren lentamente mi rostro, para después bajarse por el cuello.

Prefiero mantenerme callado. Me siento, recojo mis piernas hasta juntarlas a mi pecho, trato de encogerme lo más posible, me pego a la cabecera, no quiero tenerlo cerca, mucho menos que me toque.

— ¿Por qué lloras? ¿Has tenido una pesadilla?

El llanto ha mojado mis mejillas, mi nariz esta escurriendo y están mojando la sabana que uso para cubrir mi cuerpo, mis temblores no se detienen.

No puedo creer que él este de pie frente a mí, no cuando él ya no existe.

— ¡Tú estás muerto! ¡Asami me lo dijo! —grito desesperado.

Detiene su caminar y empieza a reír, tan fuerte que sus carcajadas me lastiman, duele escucharlo tan contento.

—Has dormido por tanto tiempo, que hasta has soñado con ese estúpido yakuza o será que tu intento de suicidio te ha dejado loco y ahora crees que yo estoy muerto. No te preocupes cariño, le demostrare a tu cuerpo que tan vivo estoy.

Se acerca a mí y su mano intenta tocar mi pierna, pero me alejo lo más que puedo.

—Odio que te alejes, no me hagas iniciar con tu entrenamiento de nuevo.

Al escucharlo lloro más fuerte y mi cuerpo se estremece al recordar su forma de entrenar.

—No es cierto, tú… tú estás muerto —tiemblo cada vez más —él me lo dijo.

Henry se acerca a mí y me sujeta por los brazos, con tanta fuerza que siento que en cualquier momento mis huesos se van a romper.

— ¡Tú eres mío y siempre lo serás! —Grito mientras me sacude —tú siempre serás mío —me abraza y pega su cabeza en mi cuello —solo mío —su voz es solo un murmullo pero lo escucho perfectamente. 

Su aliento esta acariciando mi cuello y un escalofrío recorre mi cuerpo. Tengo miedo, mucho miedo.

— ¡Takaba Akihito eres mío! —repitió. 

Se separa de mí y me sacude por los hombros.

— ¡Cállate ya! —Me grita y me sigue sacudiendo — ¡Takaba!

— ¡Takaba! —No quiero creer lo que dice, Asami me aseguro que estaba muerto.

— ¡Takaba! —El no puede estar vivo.

Sigo llorando y él me sigue sacudiendo.

— ¡Takaba Akihito! —Su voz fuerte y grave sacude mi mente, al igual que él está sacudiendo mi cuerpo.

No quiero abrir los ojos, me asusta verlo de nuevo, pero su voz fría ahora transmite miedo y preocupación. 

— ¡Akihito! —se escucha temor en esa voz siempre tan segura, mi nombre parece una súplica, tal vez una plegaria, su llamado es tan desesperado, que no soporto escucharlo, no puedo permitir que él sufra.

Abro los ojos lentamente y la oscuridad me recibe, no hay cortinas ni paredes blancas, tampoco está ese maldito hombre, solo veo el rostro preocupado que esta tenuemente iluminado por la luz de la Luna que entra por los ventanales descubiertos de la habitación, la suave brisa invernal entra por la puerta de la terraza que está ligeramente abierta. El frío recorre mi cuerpo sudoroso, mis cobijas han caído y solo una fina sabana cubre mis piernas desnudas; el movimiento acelerado de mi pecho se nota a través de la camiseta pegada a mi cuerpo.

Asami ve mis ojos llorosos y nota mi cuerpo tembloso, suelta mis brazos solo para abrazarme y reconfortarme.

—Todo está bien, yo estoy aquí —dice una y otra vez mientras sollozo escondido en su pecho, aun cubierto por su camisa y chaleco, su delicioso aroma a cigarrillo, colonia y whisky me envuelven y me hacen sentir seguro.

—Él ya no está, ya no te puede hacer daño —me jala hacía su cuerpo, me sienta sobre sus piernas mientras me pega a su pecho.

Me siento como cuando era pequeño y veía al monstruo que salía de mi armario y mi padre corría a verme cuando gritaba asustado, me acurrucaba en su cuerpo y me decía que el monstruo nunca podría hacerme nada porque mi padre no se lo permitiría y él era un gran cazador de monstruos, temido por todos, así que él no dejaría que me lastimara.  

Solo que el monstruo de ahora ya me lastimo y no logró sacarlo de mi mente, aún cuando mi amante lo ha matado, yo no soy tan fuerte para conseguir hacer lo mismo con el Henry de mi cabeza.

—Yo siempre te protegeré y siempre voy a estar para ti, no importa lo que pase, nunca dudes que yo te voy a encontrar y siempre voy a estar allí para ti— su voz temerosa se ha ido y ha regresado su voz segura y llena de convicción, ¿cómo podría dudar de lo que me ha dicho? Imposible, le creo todo, me pego a su pecho y dejo que su agradable aroma aleje todos los restos de la pesadilla.

Estás malditas pesadillas siguen acechándome, cada que cierro los ojos vienen a mí como si fuera el mismísimo Henry el que no me deja olvidar, él que me obliga a verlo, él que me castiga por lo que le hemos hecho, por lo que Asami le hizo, tal vez es realmente su espíritu el que no me dejará hasta volverme loco.

— Tengo miedo, Asami, tengo mucho miedo —susurro y él me aprieta en sus brazos.

—No debes, ése ya no está y cada vez que lo veas, díselo, grítalo, tienes que repetirlo hasta que él y tu lo crean, cuando eso ocurra él te dejara, él ya no te puede lastimar, Akihito, no se lo permitas, tu eres más fuerte que un recuerdo, tú estás vivo y en mis brazos ¿quién se atrevería a tocarte?

Su voz me da seguridad.

—Pero allí estoy solo —le digo.

—Nunca estás solo, Akihito, yo estoy contigo, sin importar donde estés, yo siempre voy a estar contigo —me dice fuerte para que escuche todas y cada una de sus palabras.

Siento sus labios tocar mi frente y después su mirada busca la mía. Levanto el rostro y lo veo, sus ojos se ven brillosos, como si una fina capa de agua cristalina la recubriera.

—Henry no te lastimara —al escuchar su nombre tiemblo y el nota mi miedo — dilo Akihito —me ordena.

Pienso lo que me ha dicho, tiene razón él ya no está, él no debería de estar jodiéndome la vida, ya no más.

—Henry no me lastimará —hablo aunque es más como un susurro —él está muerto y no puede regresar para lastimarme —cada vez mi voz va ganando fuerza —él jamás me va a tocar de nuevo —termino mi confesión y Asami sonríe complacido con lo que dije.

Mi amante me estruja en sus brazos y sin pensarlo mucho, pego mi rostro a su cuello, doy pequeños besitos de felicidad y siento un suave movimiento de sorpresa de Asami, roso con mi nariz su piel y su frialdad invernal me sorprende, tal vez debería de decirle que use una bufanda. Él mantiene su abrazo férreo en mí y justo es lo que deseo, solo que necesito más que eso, quiero que me ayude a ahuyentar estas malditas pesadillas.

Atraigo con mis manos su rostro y busco sus labios y me hundo en ellos, el responde ávidamente a mi atrevimiento y juega conmigo hasta dejarme sin aliento. La calidez de su beso está rompiendo con la capa gélida que me recubre y quiero más, quiero que todo el frío en mi se vaya, quiero que él lo derrita, con su toque lujurioso y pasional, necesito que lo aleje de mí.

—Más —pido y su sonrisa ladina me deja sin aliento.

Sus labios me dan lo que quiero. No tarda en devorarme con voracidad mientras sus manos me siguen sosteniendo.

Mis manos desean tocar más que su rostro, así que busco desabrochar su chaleco y su camisa pero las frías manos de Asami me detienen, es cuando siento que me sostiene para alejarme de él.

—Me voy a bañar y tú deberías descansar—sin darme tiempo a nada, él se mete al baño y me deja en medio de la cama solo, completamente solo.

Desde que desperté, no me ha tocado más allá de lo necesario, hoy ha sido lo más lejos que hemos llegado, lo único que he conseguido son sus cálidos besos que encandilan las brazas de mi deseo, para después dejar que se apaguen en la soledad de la cama, mientras mi cuerpo se enfría y mi corazón se congela.

No quiero llorar, no más. Me pongo de pie camino hacia la terraza y salgo, el frío de la noche me acoge y parece reconfortarme. La noche es ruidosa, Tokio nunca duerme, la ciudad esta despierta a todas horas y antes era espantoso, siempre pensé que sería mejor vivir cerca del campo, que el ruido de la naturaleza sería muy reconfortante que vivir rodeado de ella sería lo mejor del mundo pero ahora, justo ahora solo deseo permanecer aquí, en el corazón de Tokio, el ruido me hace sentir seguro, las luces me tranquilizan, odio el silencio y no sé si alguna vez lo tolerare de nuevo.

La actitud de Asami me pone nervioso y si, ya no siente nada por mí, tal vez las marcas de mi cuerpo le dan asco, tal vez yo le doy asco, tal vez solo me tiene aquí por lastima o porque cree que me debe algo, yo no quiero eso, no quiero su compasión, yo solo quiero su amor y si no lo puedo tener, entonces no quiero nada. 

Había dicho que no quería llorar pero ahora siento mis mejillas húmedas, paso mi mano por ellas para secarlas, justo cuando estornudo.

—No deberías de estar afuera, con esa ropa tan ligera. —La voz de Asami llega desde la habitación, yo estoy de espaldas a él.

Escucho los pasos de Asami acercarse a mí, así que limpio mi rostro, tratando de borrar todos los rastros de mi estado de ánimo.

Siento la suavidad de una frazada envolverme.

—No quiero que enfermes —Asami me habla suavemente en mi oído. 

Me Abraza y su mentón descansa en mi hombro y el fresco aroma de su champú me envuelve.

—Asami —susurro, me doy vuelta en sus brazos para verlo directo al rostro — ¿Asami, aun me quieres…—no estoy listo para escuchar su respuesta—a tu lado? 

Él me mira y una sonrisa casi imaginaria se dibuja en su rostro.

—Eres mío Takaba —Su voz fuerte y segura me responde —yo no abandono mis cosas, mucho menos las que más me gustan —contesta feliz.

Esa respuesta es más que suficiente para mantenerme a su lado.

Escondo mi rostro en su pecho.

—Akihito, mañana tengo trabajo, creo que no podre llevarte con tus abuelos…

Me siento triste solo de pensar que no podre ver a mis abuelos pero no pienso salir solo, por lo menos no aún.

—Está bien hablaré con ellos, estoy seguro que entenderán…

—Takaba ¿podrías dejarme hablar antes de hacer planes? 

Me pregunta y parece esperar mi respuesta. Lo miro directo a los ojos y asiento, no puedo reprimir mi sonrisa al hacerlo.

—Gracias —contesta para después pellizcar mi mejilla —El trabajo sigue manteniéndome ocupado, pero te dije que pasarías el año nuevo con tus abuelos y pienso cumplir mi promesa —me dice y antes de escuchar el resto de la respuesta, estornude de nuevo.

—Vamos —dijo antes de levantarme y llevarme adentro, cerró la puerta pero vio mi rostro ansioso, así que la entre abrió.

Aun en sus brazos me llevo a la cocina y allí me sentó en la encimera.

— ¿Desea un té o un café? —escucha lo voz de Haruki.

—Un café para mí y un té para él —Asami ordena.

—Si señor —contesta.

—Akihito, mañana iré a trabajar temprano y tú te encargaras de preparar todo lo que deseas llevar con tus abuelos, además deberías de ir a comprar algo de ropa linda para empezar el año de manera más alegre. Yo vendré a recogerte por la tarde para irnos con tus abuelos —me dice y noto que espera mi respuesta.

—Pensé que decías que no podrías ir —le contesto. 

—Dije que no podría llevarte con tus abuelos, pero me refería desde temprano, te llevaré pero tarde o mejor dicho en la noche —al escucharlo sonreí al ver que él realmente deseaba cumplir su promesa.

—Entiendo, está bien haré lo que me has dicho —contesto feliz y el se acerca y se pone entre mis piernas. 

—Quiero que te vistas hermosamente… pequeño—al escucharlo sonrío y cuando estoy a punto de preguntarle por el apodo que ha usado, Haruki nos interrumpe.

—Señor, sus bebidas están listas —él nos ofrece nuestras tazas y yo me bajo de la encimera para después sentarme en la silla.

Asami se sienta a mi lado.

— ¿Ya has cenado? —pregunto.

—Sí. No eres el único que le importa que haga mis comidas —contesta y siento una pequeña molestia en mi pecho —Kirishima está obsesionado con mantenerme sano —contesta tranquilamente y no puedo evitar reírme.

—Me parece muy bien —contesto mientras tomo de mi taza. 

Asami solo niega con la cabeza y Haruki suprime una sonrisa.

Los tres solo nos observamos mientras compartimos una taza de bebida caliente.

Esto se siente bien, estoy con quien quiere estar conmigo. Debo de dejar de pensar tan negativamente, si Asami quiere que este a su lado, entonces lo haré. De momento es a lo que me aferrare y si para no separarme de él tengo que reconquistarlo, lo haré. Él me buscó y peleo por mí, ahora es mi turno. 

Voy a reconquistarte Asami Ryuichi. 

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