Tres girasoles

Día 14: Listón 




Eran casi las 6 de la mañana mi turno en el hospital había terminado y deseaba ir a dormir a mi casa, mínimo hasta el mediodía. 

Me despido de mis compañeros y checo mi salida. Camino hacia el estacionamiento y busco mi moto entre los autos. Me pongo mi casco y me subo. Salgo del hospital y me encuentro con el embotellamiento normal de las mañanas, voy avanzando entre los autos. 

Mientras avanzo veo algo un poco inusual. 
Sigo avanzando y a fuera de un bar hay varios hombres que parecen estar discutiendo. Al estar más cerca veo que algunos de esos hombres están borrachos, y que al parecer ya no están solo gritándose, ahora están golpeándose, y mientras observo el alboroto, noto que alguien está siendo protegido por un hombre. 

Mientras más me acerco, veo con sorpresa, que el tipo que está siendo protegido, lo conozco. Hay más personas viendo todo el alboroto. 

Al llegar cerca de ellos veo a un hombre sacar un arma y sin previo aviso dispara, el tipo que está protegiendo también saca un arma. 

Hay un intercambio de disparos y veo con terror que una niña está viéndolos, al parecer iba de camino a la escuela pues trae su uniforme. 

—¡Mierda! No debería de estar aquí. 

Sin pensarlo me acerco a la niña para sacarla de aquí y logró llegar a ella y creo que fue a tiempo, pues siento un extraño dolor en mi abdomen, y al verlo noto la sangre manchando mi abdomen. Estoy sintiendo mucho dolor y antes de caerme de la moto, alcanzó a bajar de ella y en cuanto lo hago caigo, hay personas gritando y eso es lo último que recuerdo. 



Despierto y me siento adormilado, no siento dolor, pero me siento aletargado. 
Miro todo a mi alrededor y es obvio que estoy en el hospital y no cualquiera, si no en el que trabajo. 

—Hola, guapo —una enfermera que ronda los 50 años, entra al cuarto y por cierto noto que estoy en una habitación sólo —¿Cómo te sientes? —me pregunta, entra y revisa las hojas de información sobre mis constantes y después se acerca a ver cómo está mi muñeca por lo del catéter. 

—Me siento cansado y más tonto de lo normal, Angi—ella rie al escucharme. 

—Mira guapo, nos preocupaste a todos —sigue tomando mis constantes en lo que me cuenta—los de urgencias me contaron que cuando avisaron que te traían en la ambulancia todos se conmocionaron, en cuanto llegaste todos corrieron a ver como estabas. 

—Lo último que recuerdo es que corrí por una niña que no debería de estar allí y cuando llegue con ella sentí un pinchazo en mi espalda, vi la niña aterrada y cuando toque mi espalda mi mano estaba roja, baje de mi moto, porque pensé que me caería. ¿La niña está bien? 

—La niña está perfectamente, o eso creo, el único que fue traído al hospital a parte de ti fue un hombre que solo tenía un rasguño en el hombro, el fue dado de alta ayer. 

— ¿cuánto tiempo ha pasado? —creo que me perdí de algo pues el tiempo no me da. 

—Cariño —Angi acaricia mi cabeza—has dormido más de 24 horas. 

¿He dormido tanto? 

—Cuando llegaste fuiste operado casi de inmediato, estabas perdiendo mucha sangre, tu hermano llegó casi de inmediato después de que le avisaron, y firmó todos los permisos. 

Angi no siguió contándome pues la puerta se abrió de repente. Al mirar veo entrar al cirujano más carismático que tiene el hospital y para desgracia mía también mi ex. 

— ¡Dany, ya despertaste! Nos diste un buen susto a todos. 

Esteban se acerca a mi y sus ojos se ven felices. 

—Me quiero ir a mi casa —le digo e intento sentarme en la cama, pero al parecer mi cuerpo está más exhausto de lo que pensé. 

Esteban me empuja de los hombros para mantenerme acostado. 

—¿Cómo ves Angi, el niño se quiere ir a casa? —la enfermera me ve con una sonrisa y mueve su cabeza de forma negativa. —Mira jovencito te voy a mantener en éste hospital hasta que te hayas sanado por completo, no pase tres horas, salvando te la vida, en el quirófano para que tu tires mis esfuerzos, sólo porque no te gusta estar en el hospital. 

Esteban me ve con una fingida molestia.

— ¿Tres horas? —preguntó sorprendido. 

—Así es. La bala no salió, se alojó en tu hígado, tardamos, porque sangraba mucho, no encontrábamos qué vaso té había perforado. Por suerte no habrá secuelas importantes, en cuanto todo cicatrice, podrás volver a tu vida normal. 

Angi sale y me deja a solas con Esteban, quien se acerca a mi y me susurra. 

—Realmente me asuste, cuando me dijeron tu condición y gracias a que nadie sabe de lo nuestro es que pude ser tu cirujano de lo contrario no me lo hubieran permitido. 

Intenta darme un beso en la boca pero me giro así que solo logra besar mi mejilla. 

—Esteban entre nosotros ya no hay nada, ¿lo olvidaste? 

El me mira resentido. 

—Eso lo decidiste tú solo —me contesta enojado. 

—No me vengas con eso, tu dijiste que te había engañado y que no querías estar con un… 

No me atrevo a terminar la oración. 

—Pero tú no intentaste explicar lo que había ocurrido. 

—Tus reclamos y gritos no me lo permitieron, además dudo que me hubieras creído —lo miro molesto—tú ya habías decidido que te había engañado y nada te hubiera hecho cambiar de opinión. 
Así que prefiero que no intentes besarme de nuevo. 

Él parece querer contestarme, pero mi hermano entra. 

—Dany, hasta que despiertas —se acerca y me da un beso en la frente. 

Esteban lo ve y le da un resumido informe de mi estado para después retirarse. 

Mi hermano me pregunta cómo estoy y después me dice que la policía desea hablar conmigo, así que intentarán interrogarme en cuanto sepan que ya desperte pero el dice que no debo hacerlo hasta que él esté presente. 

Mi hermano es abogado así que sabe de lo que habla. Me pide que le cuente lo ocurrido y después de escucharme me dice que omita decir que reconocí al tipo que protegían. 

—Ese tipo es todo un problema y lo mejor es no meternos con esa familia, ya es suficiente con esas flores. 

Mi hermano señala los dos arreglos florales que están cerca de la ventana. 

—¿Quién los envió? —le preguntó intrigado. 

Ninguna de mis parejas me ha dado ninguna flor, mucho menos un ramo de flores. 

Los ramos son enormes y hermosos y justo en medio hay un trío de girasoles atados con un listón dorado, en cuanto lo veo se quien los ha enviado. 

—Entonces si era el príncipe David al que protegían esos hombres —le afirmó. 

—Sí, esas flores han llegado diario y aunque no traen tarjeta, es más que obvia la firma. 

Los girasoles son las flores de la familia real, tres de ellos significan que es el tercer príncipe quién los ha enviado y el listón dorado un símbolo más de qué es un miembro de la realeza quien lo ha enviado. 

—Sabes lo problemático que es el príncipe David, así que entre menos nos involucremos con él mejor. 

—Si es lo mejor —le confirmo y sigo mirando las flores. 







Comentarios

  1. Bellisima historia, muy dulce y con un final nada tragico, el toque sutil de romance me fascino.


    Gracias por compartirlo.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario