Amigos

Día 3- atardecer 



Mi hijo se acerca para pasar su mano sobre mis hombros, me da un fuerte apretón y me sonríe, al verlo noto sus ojos rojos y llorosos. 

—Papá… 

Solo alcanza a decir eso antes de que empiece a llorar. Mi pequeño de treinta años me rompe el corazón y terminó abrazándolo y llorando con él. 

Puedo sentir el dolor que lo embarga pues es el mismo que me está quemando por dentro, las personas alrededor nos miran conmovidas, algunas lloran con nosotros y otras solo nos miran con una profunda tristeza. 

Arturo fue alguien amado por todos y que cultivo grandes amistades a lo largo de su vida. Es por eso que su sepelio estuvo lleno en todo momento. 

Aunque Arturo tuvo muchas personas queridas, nosotros siempre fuimos los amores de su vida, el trabajó y vivió para que nosotros estuviéramos orgullosos de él y lo logró. 

Tomo de la mano a Gael y hago que se ponga de frente al féretro, y siento como aprieta mi mano mientras lo bajan. 

Al final ambos nos acercamos a tomar un puño de tierra y juntos lo aventamos a donde ahora descansa nuestro querido Arturo, sin lograr controlarme más rompo en llanto y Gael es quien da la orden de continuar cubriendo el féretro. 

Gael me abraza, mi hijo creció tanto como su padre. 

Aún recuerdo cuando lo adoptamos, era sólo un bebé y aunque pasó por muchas críticas por su familia, él creció feliz, de eso nos encargamos Arturo y yo. Ahora es todo un adulto responsable y trabajador, su padre pudo sentirse orgulloso del gran hijo que criamos. 

—Vamos papá, ya es tarde—Gael me separa de su pecho y veo que ya han cubierto la tumba. 

—En la semana la terminarán—Gael me susurra. 

—No lo quiero dejar solo—le digo y él me sonríe con la tristeza aún en los ojos. 

—No lo haces, él siempre está con nosotros, tú me lo dijiste—Gael pasó su brazo por mis hombros y me guió hacia el auto. 

Las personas que nos habían acompañado ahora se acercaban a despedirse, nos daban abrazos y tristes palabras de consuelo. 

—Saul —escuche una voz conocida aunque tal vez un poco diferente, como si en su vitalidad se hubieran impregnado los años y la hubieran obligado a ceder a su paso. 

—Lamento mucho lo ocurrido—su voz tan familiar y a la vez tan desconocida. 

—Gracias por acompañarnos, mi padre se lo agradece—Gael contestó educadamente. 

Escuchó los pasos de alguien que se acerca a nosotros, así que me vuelvo para ver quién es. 

—Gael, me voy a ir con mis padres —la novia de mi hijo se acerca y me da un abrazo y un beso de despedida. —Saul… 

—No tienes que decir nada Alejandra, agradezco que vinieras, y a tus padres dales las gracias por habernos acompañado—la interrumpí pues note que ya no podía hablar, ella solo asintió y sus lágrimas brotaron. 

Gael la abraza y la acompaña con sus padres. 

—Tal vez no debí venir —lo escuchó hablar y parece avergonzado. 

Lo miró a los ojos y le muestro la mejor sonrisa que puedo darle en estas circunstancias. 

—Jorge me has sorprendido, jamás me imagine verte hoy aquí.
 
Le digo sinceramente. 

—Lo siento, fue impertinente de mi parte aparecer aquí. 

Se disculpa y realmente parece apenado. 

—Nunca te destacaste por tener un comportamiento acertado—le digo y él sonríe por mi comentario. —¿Tienes dónde quedarte? 

Al escucharme niega con la cabeza. 

—Maneje toda la noche, voy llegando, me hubiera gustado llegar antes, para acompañarte —me lo dice y veo que baja la cabeza, parece apesadumbrado—. Apenas voy a buscar un hotel. 

—No lo hagas, quédate en mi casa—le ofrezco y él parece sorprendido, además de que niega de inmediato con la cabeza—no Saul, no podría. 

Mi hijo se acerca a nosotros y pone su brazo en mi hombro. 

—Papá, regresemos a casa, ya casi es hora de tu medicina —Asiento a lo que me dice. 

—Gael, el señor Jorge se quedará en casa, él viajó desde muy lejos para acompañarnos, y aún no tiene dónde quedarse, así que lo invité a quedarse.

Gael mira a Jorge y sin expresar emoción alguna acepta. 

—Claro papá,señor acompañenos, al auto. 

—Traigo mi propio auto—Jorge nos dice. 

—Entonces nos sigue—Gael le dice y Jorge asiente. 

Gael me guía hasta nuestro auto. 

Cuando estamos adentro, enciende el auto y noto su mirada inquisitiva en mi. 

—¿Qué pasa hijo? —le preguntó y él niega con la cabeza. 

—Nada papá —me lo dice seriamente. 

Al verlo, es como si estuviera viendo Arturo, me es inevitable soltar algunas lágrimas. 

—Papá, ¿qué ocurre? —Gael me pregunta preocupado. 

—Me recordaste a tú papá.

Me limpio las mejillas y miro a Gael. 

—La misma actitud celosa de Arturo— le digo y Gael sonríe. 

—No estoy celoso—me contesta. 

—Lo mismo diría tu papá —le digo. 

—Es que no recuerdo haber visto a ése señor antes, no sabía que papá lo conociera, es todo —me contesta seriamente. 

—Tienes razón y eso es porque no es amigo de tu padre sino mío. 

Al decirlo me mira aún más preocupado. 

—Papá, ¿quién es ese señor? 

Gael está empezando a enojarse, lo sé. 

—Es un viejo amigo, fue alguien muy querido… Pero ahora solo es un viejo amigo—le aseguro a mi hijo y no parece convencido pero por lo menos deja de contestar, sabe que no diré más así que deja el tema por el momento. 

Al llegar a la casa mete el auto y Jorge lo sigue. 

Mi hijo cree que en cualquier momento voy a caer desmayado pues me lleva del brazo todo el tiempo y no da señales de querer soltarme. Me acompaña hasta la sala, escuchó los pasos de Jorge siguiendonos. 

Me deja en el sofá. 

—Prepare la comida, mientras tomate tu pastilla—Gael me acerca las pastillas y un vaso de agua—Señor ¿quiere algo de beber? 

Gael le pregunta diligentemente. 

—Solo agua por favor. 

—Tenemos soda, ¿si quieres? Arturo era adicto al refresco —mencionó, y sonrió al recordar como peleábamos para que lo dejará. 

—Trató de ya no beber refresco, el médico me lo prohibió —Jorge comenta. 

Al escucharlo se va y regresa con el vaso de agua en la mano. 

—Aquí tiene. 

—Gracias. 

—Papá voy a estar en la cocina, si necesitas algo solo gritarme. 

Yo asiento a su comentario y se retira, no sin antes dirigirle una mirada seria a Jorge. 

—Creo que no le caigo bien a tu hijo—Jorge menciona. 

—Él siempre se muestra receloso con los hombres que se me acercan, no le hagas mucho caso. 

Los celos de Arturo nunca fueron enfermizos pero sí que aparecían cuando un hombre se me acercaba y bueno al parecer Gael aprendió esa conducta muy bien. 

—Él pudo haber sido mi hijo—Jorge lo dice en voz baja, y aún así lo escuchó. 

—Tal vez—le contestó y me pongo de pie, camino lentamente hasta la ventana. 

Veo como el sol ilumina tenuemente el cielo, poco a poco el cielo a cambiado de color, ahora el naranja se apropiado de él y pronto se irá para dar paso a la oscuridad de la noche. 

—La melancolía de un atardecer más sin su presencia, es demoledor —susurro y casi de inmediato siento a Jorge abrazándome. 

Lloro al sentirme acogido por él. 

Jorge no dice nada solo me deja llorar. 

—Lo extraño, tanto—al decirlo Jorge acaricia mi espalda, trata de consolarme. 

—Lo nuestro no funcionó antes, por mi culpa, y ahora Arturo no dejará que funcione. 

Al escucharlo, me separó de él y lo veo directo a los ojos. 

—Los rescoldos de lo nuestro se apagaron hace mucho, ya no queda nada, solo nos queda abrazar los bellos recuerdos de los momentos felices que pasamos—le digo y aprieto su brazo. 

—Y si te dijera que en mi aun hay algunas brasas encendidas— me dice, y veo la esperanza revoloteando en sus ojos, húmedos. 

—Ya lo has dicho, lo nuestro no funcionó antes y no lo hará ahora. 

Es mejor no darle esperanzas. 

—Me divorcie hace mucho, mi esposa se hartó de vivir tras tu sombra, mis hijas, me quieren pero no somos muy apegados, o por lo menos no como Gael contigo. Las consecuencias de mis malas decisiones me han acompañado por todo este tiempo y no quiero volver a equivocarme, no quiero volver a ser un cobarde, no voy a abandonarte de nuevo, sin importar qué, yo quiero estar a tu lado… Aunque solo sea como amigo. 

—Nuestro tiempo ya pasó, lamento que tu vida no haya sido plena, pero no te voy a dar falsas esperanzas. 

Le digo y me siento en el sofá, Jorge me mira y se queda de pie. 

—¿Puedo quedarme a tu lado como tu amigo? 

—Solo eso, un viejo amigo—le digo y él acepta. 

—Solo un viejo amigo—confirma. 

Jorge se acerca y se sienta a mí lado. 

—Siempre fuiste mi mejor amigo, y eso es algo que extrañé mucho. 

Me abraza y despeina mi cabello, escucho su risa y al verlo me parece que es aquel joven atractivo de solo 25 años que reía con gran fácilidad y que hacía que mi corazón latiera como loco, solo que ahora ya no lograba el mismo efecto. 

Los años habían pasado y me habían regalado muchos momentos de inconmensurable felicidad, además de otros no tan gratos, pero la mayoría a lado del amor de mi vida y ahora solo me quedaba aprender a vivir sin él. 

Sujeto la mano de Jorge y le digo:

—Solo un par de viejos amigos







Comentarios

  1. Voy a vertir toda mi tristeza en los próximos días 😈😈 lecciones de vida que uno aprende con el paso del tiempo. No sé porque me recordó un poco a la película "Secreto en la montaña"


    Una nostalgica historia que disfrute leer.

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