BY SHADOWW
‘El primer
juego del Año 2016.’
La mañana del día 28 de Diciembre, era fría
pero dentro de esa mansión, el yakuza descubrió que su joven amante había
escapado de la residencia, al principio lo tomó como broma de los Santos
Inocentes, pero... al anochecer, el fotógrafo no regreso. Molesto por la situación, Asami echó mano de
‘La Organización’ y ordenó la búsqueda
del joven. Uno de sus hombres lo encontró después de tres
días, por la Estación del Tren de Shibuya.
El informante reportó que lo había visto
merodeando por el Templo Meiji, el yakuza dejó por completo su actividades
mercantiles y citas de trabajo, y se encaminó decidido hacia el templo. Hasta eso, no se encontraba lejos, sólo tenía
que atravesar el centro de la ciudad, ya que el templo se encuentra en un
bosque situado en un área de 700,000 m².
Fue entonces que vio a Akihito en la entrada principal del Santuario de
Meiji… Antes de bajar, el yakuza llevaba a su lado un maletín, lo abre para
sacar algo de su interior y luego descendió de su elegante auto.
Akihito se percató de la presencia de Asami
en la entrada principal y giró a la izquierda, tomó el camino para subir las
escaleras para llegar al templo, continuó por un camino distinto para alejarse
de la multitud, que rodeaba el parque; era más largo, más sinuoso y más oscuro
debido a las copas de árboles que creaban sombras casi impenetrables. Estaba bordeado de arbustos que de vez en
cuando hundían sus ramas en mitad del sendero haciéndolo tropezar, y eso por no
contar con los hoyos que, sin previo aviso, aparecían en el suelo, pero casi
nadie paseaba nunca por allí.
Asami se quedó de piedra, o mejor dicho, se
puso duro como una piedra en cuanto lo vio. Si lo que el rubio quería era
desafiarlo, al alejarse de su lado para venir al templo o acaso se estaba
desquitando por lo ocurrido en la Nochebuena, además de que en esos días, el yakuza andaba
demasiado posesivo con su chico y no quería que ningún hombre lo miraría, desde
luego llevaba todas las de ganar. No creía que ningún habitante masculino que
se encuentra en el lugar, pudiera resistirse esa noche a su encanto.
Llevaba unos jeans semi-deslavados, tan
ajustados que moldeaban perfectamente sus caderas, mostrando unas buenas nalgas.
¡Todo el mundo vería su culo! Bueno, tal vez verlo no, pero imaginárselo sí.
Sin ninguna duda. Completaban el conjunto un ajustadísima chamarra de piel en
color granate y líneas rojas muy finas por los brazos semi-abierta, mostraba
una playera blanca, una bufanda roja y unos zapatos rojos de gamuza. Era el
chico más sexy del lugar, ¡Y estaba a la vista de todo el mundo!
Asami
se puso en marcha. Estaba decidido a llegar hasta el rubio y hacer lo
necesario para dejar claro a todos que Akihito era coto privado de caza. Que
era suyo, aunque el chico lo negara a los cuatro vientos... Le pertenecía y
punto.
Apresuró la zancada hasta casi correr. Se
negaba en rotundo a que atravesara el bosque sin él a su lado. Por suerte,
Akihito debió de pensar lo mismo, ya que giró a la izquierda y se introdujo sin
dudar en el sendero que rodeaba el parque. Asami arqueó las cejas pensativo y
es que ha venido tantas veces a este lugar para celebrar reuniones con
políticos… conoce cada rincón del bosque. El sendero estaba flanqueado por
arbustos y árboles, nadie paseaba jamás por él, y por si fuera poco estaba
lleno de hoyos... y como caballero sin
brillante armadura, no le quedaba otra opción que acudir en su ayuda.
El camino era más intransitable de lo que en
un principio había supuesto, pero Akihito no cejó en su empeño. No tardaría
mucho en llegar a la verja que rodeaba el templo y después podría atravesar la
zona infantil, llena de inocentes niños, y caminar unos pocos metros hasta la
pequeña explanada donde hay una tienda de amuletos. Y continuó caminando, o al menos lo intentó,
ya que su pie se torció al pisar el enésimo hoyo y estuvo a punto de caer de
bruces. Algo se lo impidió… Más bien alguien… o mejor dicho, una parte de la
anatomía de alguien.
Un brazo duro como una roca golpeó contra su
estómago, sujetándolo. Akihito recobró el equilibrio e intentó girarse para
agradecer la ayuda a su inesperado salvador, pero éste se lo impidió
inmovilizándole las manos con una de las suyas. Presa del pánico, abrió la boca
para lanzar un alarido, pero él le tapó la boca.
Abrió los ojos como platos y antes de que a
su agresor le diera tiempo a decir ***¡Joder!***,
dándole tremendo pisotón en lo que esperaba fuera el pie del hombre... Lo era.
—¡Joder! —siseó una voz conocida en su oído—.
Soy yo.
—¿Mmmmm? —preguntó Akihito con la boca
todavía cubierta por la mano.
—¡Yo! —susurró Asami, pero luego se mordió
los labios. Sopesó sus opciones y su pene decidió que parte de lo que pensaba
hacer esa noche bien podía hacerlo en ese momento—. Soy yo... Akihito...
—¡Mmmmm grrr! —exclamó el chico, intentando
soltarse.
—Tranquilo, soy yo...
—¡Mmm grrrr arrrrrrrggl —Akihito se removió
enfadado contra él e intentó volver a pisarle. De hecho, lo consiguió; lo cual
hizo que la erección que luchaba por volver a ser la que era antes del primer
pisotón reculara rápidamente.
—¡Auch! —se quejó el yakuza. Akihito volvió a
patalear con fuerza—. Si me prometes no gritar dejaré de taparte la boca. —***Esto no me está pasando a mí***, pensó.
—Mm —contestó el chico, quedándose
quietecito.
—Imagino que eso es un sí —dijo separando la
mano de su boca cálida, suave... ¡y llena de dientes!—. ¡Ay!
—¡Odio que me tapen la boca! ¡Joder!
—No quería que gritaras.
—No iba a gritar —mintió—. Sabía desde el
primer momento quién eras—volvió a mentir. Lo cierto era que no lo había sabido
hasta que le escuchó decir «soy yo», y tampoco en ese momento tuvo claro si era
Asami o un desconocido cualquiera. Al fin y al cabo todos los hombres tenían la
misma voz cuando susurraban... según él cree.
—¡Seguro! —No se tragó la mentira.
—Lo que tú digas. Ahora, suéltame.
—No.
—¿No? Me tienes agarrado en mitad del
parque del templo. ¿No crees que a la gente le parecerá extraño?
—ironizó.
—No estamos en mitad del parque, sino en un
camino por el que nadie pasa nunca. Y no te tengo agarrado, te tengo preso.
—¿Preso? —El hombre no exageraba. Le sujetaba
las manos a la altura de su pecho con una de las suyas y enterraba con fuerza
su rostro entre el hombro y el cuello de Akihito impidiéndole girar la cabeza
debido a la presión que ejercía... Y a los tiernos mordiscos que a veces le
daba.
—Sí. Y voy a hacer contigo lo que se me
antoje —afirmó él, pegando su polla, casi recuperada del susto, al dulce y
juvenil trasero.
—Y... ¿qué se te antoja? —susurró el rubio
con voz ronca, entrando en el juego.
—Primero… castigarte por haberte escapado de
la residencia… Llevas demasiada ropa.
Akihito apenas tuvo tiempo de suspirar antes
de sentir como la mano del yakuza ascendía por sus muslos y se arremolinaba
alrededor de sus caderas, hasta llegar a su cintura para desabrochar su
cinturón y sus pantalones, dejando unos bóxers negros a la vista de todo el
mundo; si es que hubiera alguien cerca, claro. Luego escuchó un «clic» y acto
seguido sintió el filo de algo metálico pegado a la ingle.
—¿Qué es eso?
—La solución a tu exceso de ropa.
Al bajarle los jeans, el filo metálico se
coló por debajo de su ropa interior y fue cortando los bóxers por los
lados. Un segundo después los restos de
su ropa interior estaban tirados en el suelo. Akihito no sabía si gritar de
frustración por la pérdida o jadear para llevar aire a sus remecidos pulmones.
A final la excitación ganó la batalla.
Asami sonrió al oírlo jadear... Acababan de comenzar, sin dejar de sujetarlo,
dejó caer la navaja automática al suelo y utilizó la mano que tenía libre para
comprobar si el chico hacía sus deberes. Akihito sintió los dedos del hombre
deslizarse entre sus muslos, presionar contra ellos. Abrió las piernas al
instante.
—Muy bien —susurró él, complacido.
Asami acarició con las yemas su pubis,
recorrió cada centímetro de piel con suaves caricias hasta quedar satisfecho.
—Está tan suave como tus pezones —afirmó,
subiendo la mano y pellizcando los pezones por encima de su playera. Akihito no
pudo evitar gemir.
Sus dedos atormentaron sin pausa su pecho,
pasando de uno a otro cuando los pezones se endurecían y erguían. Los pellizcó y acarició sin dejar de frotar
la polla enfundada en los pantalones de diseñador contra el trasero juvenil
mientras Akihito abría más las piernas y se pegaba a él todo lo que podía,
gemía y jadeaba. Pero no era suficiente.
—Suéltame.
—No.
—Por favor —suplicó.
—¿Qué harás si te libero? —Usaba a propósito
expresiones que le recordaban que estaba preso entre sus brazos.
—Tocarme —respondió el rubio, sin darse
cuenta de que lo decía en voz alta.
—¿Tocarte? No lo creo —negó él tirando de un
pezón.
—No.
—Sé lo que quieres. En cuanto te suelte
bajarás la mano a tu culo mojado. —Acarició con las yemas de los dedos el pezón
irritado.
—No.
—Te acariciarás la verga, jugarás con él.
—Sus dedos cosquillearon sobre los pezones.
—Sí.
—Te meterás los dedos. Uno al principio, dos
cuando estés tan empapado que se puedan deslizar hasta el fondo. Después
querrás follarte con tres dedos hasta correrte. —Presionó con la palma de la
mano sobre los pezones, moviéndolos en círculos.
—Dios... Sí... —jadeó Akihito, juntando las piernas
con fuerza.
La mano que le atormentaba los pezones bajó
veloz hasta su pubis y se hundió en él, frotando el pene, mientras que con su
otra mano iba penetrando con los dedos en su ano, presionando contra su
abertura. La respiración del chico se aceleró, el estómago se le contrajo, las
piernas le temblaron y, en ese preciso instante, la mano que estaba a punto de
llevarlo al orgasmo desapareció.
—No... No pares ahora, ¡joder!
—No tienes poder para darme ordenes —susurró
él en su oído a la vez que le daba un azote en el trasero desnudo. Akihito
cerró las piernas intentando calmar los espasmos de frustración que recorrían
su cuerpo.
Asami rebuscó en sus bolsillos hasta
encontrar el juguete con el que pensaba sorprenderlo cuando se hiciera de
noche. Sería mucho mejor utilizarlo en ese instante.
—Abre las piernas —ordenó él.
—¿Qué...? —Una caricia recorrió sus muslos.
Algo delgado y frío, muy frío.
—Abre las piernas. Ahora.
Akihito obedeció y un segundo después sintió
la mano de Asami acariciar la punta de su verga, estimulando su uretra... el objeto delgado y
frío fue presionado contra su entrada hasta penetrar en ella.
—Ahhh.
Sin apenas darle tiempo para recuperarse, una
segunda cosa penetró en él introduciendo la primera más profundamente. Si no estaba
equivocado, el yakuza acababa de introducirle un estimulador de uretra y un estimulador
de próstata en forma de huevo. Sopesó entre gemidos la nueva sensación. Era...
estimulante. Mucho. Se sentía húmedo, excitado; a punto de correrse. Jadeó
cuando el pulgar del hombre se posó sobre su pene y comenzó a jugar con él a la
vez que el anular y el corazón presionaban el huevo introducido en su ano. Las piernas le volvieron a temblar y sus
pulmones se quedaron sin aire.
—Te gusta. —No era una pregunta.
—Sí... —jadeó Akihito.
—¿Qué te parece si me bajo los pantalones y
te follo ahora mismo?—preguntó, apretando su erección contra el delicado
trasero.
—Sí...
—¿Sí? ¿Te parece bien? —inquirió frotándose
contra el rubio.
—Sí...
—¿Seguro? Estamos en un templo... muy
concurrido. Cualquiera puede vernos —explicó a la vez que bombeaba contra el
chico, por encima de la ropa.
—No... —jadeó Akihito, poniéndose tenso.
—¿No, no nos verá nadie, o no, no quieres que
te folle ahora mismo? —preguntó a la vez que su imprimía más presión contra su
verga terso y resbaladizo.
—No... No, me folles...
—Cómo desees —aceptó sin dejar de hundir sus
dedos en su culo. El huevo ya posicionado chocaba contra su próstata, Asami
sacó un pequeño control remoto y lo encendió, haciéndolo temblar— ¿Crees que es
justo que tú te corras mientras que a mí no me dejas follarte?
—No...
—Exactamente. No es justo. —Afirmó, retirando
la mano que acariciaba su pene—. Cinco minutos antes de que empiecen los fuegos
artificiales, cuélate en el jardín del templo y camina en dirección norte hasta
llegar a un árbol enorme y viejo que hay en el extremo más alejado de la verja.
Es un olmo negro. No tiene pérdida, no hay ningún árbol más grande en el
jardín.
—Sí... —asintió Akihito, moviendo las caderas
y buscando los dedos que segundos antes la habían abandonado.
—¿Qué tienes que hacer? —preguntó él.
—Ir al templo... y buscar un árbol.
—Un árbol grande.
—Muy grande —repitió el chico, apretando su
trasero contra enorme erección que despuntaba en la ingle del hombre.
—No se te ocurra quitarte la aguja de la
uretra y el huevo ni acariciarte—ordenó él, separándose de su chico, pero sin
soltarle aún las manos.
—No...
—Sólo yo puedo tocarlos. Sólo yo puedo
tocarte.
—Sí.
—Cuando suenen los primeros fuegos
artificiales irás al jardín y buscarás el olmo, le abrazarás al tronco, con los
pantalones al suelo, el trasero desnudo, el huevo bien dentro en tu culo y me
esperarás.
—Dios.
—Lo harás.
—Sí.
—No lo olvides —advirtió él, soltándole las
manos. Estas cayeron sin fuerza a sus costados.
—No.
Akihito esperó su respuesta, pero sólo
escuchó el sonido de pisadas alejándose. Respiró profundamente intentando
calmarse y se subió los pantalones. El pene y el ano le palpitaban
insatisfechos, los pezones ardían contra la playera y todos los músculos de su
cuerpo temblaban. No sabía si odiar a ese hombre por la jugarreta que le había
hecho, o caer de rodillas a sus pies y comerle la polla hasta que estuviera tan
desesperado como él y lo follara; claro que para eso era necesario que él
estuviera presente.
Pasó unos minutos allí de pie, pocos o muchos
no tenía ni idea, en mitad del sendero en sombras esperando a que su cuerpo se
relajara y dejara de temblar. El sudor se acumulaba en su pecho y en su
espalda. Tenía el interior de los muslos empapado por la excitación y cada vez
que intentaba dar un paso, el huevo y el estimulador uretral... que también
funciona con baterías, se ocupaban de recordarle lo que iba a pasar un par de
horas después. Al final consiguió tranquilizarse, se irguió decidido, acarició
su estómago pensativo y comenzó a andar haciendo caso omiso de la sensación de
plenitud y los cosquilleos en su ano. No sabía cuánto quedaba para la
medianoche, pero era consciente de que iban a ser unas horas muy largas.
Cuando consiguió llegar a una explanada, tras
unas cuantas paradas para recuperar el aliento e intentar calmar la excitación
que le producía caminar, los monjes comenzaron con los ritos para celebración
del Año Nuevo. No los podía ver desde allí, pero escuchaba los acordes de los
instrumentos y la voz chillona de la cantante resonaban en el parque y, por si
eso no fuera suficiente, había demasiada gente congregada para la celebración
en el Templo.
Por supuesto, la mayor aglomeración de
personas se daba en la explanada principal frente a la gran campana y así fue
como tuvo que esquivar a un corrillo de niños saltando al lado del jardín, a
una pareja de ancianos caminando muy agarrados de la mano en mitad del camino
y, unos minutos después, a un grupo de adolescentes agarrados unos a otros
bailando frente a la barra de las
escaleras principales.
Cuando llegó a esa parte de las escaleras
intentó sentarse en el suelo, pero fue incapaz. En el momento en que su trasero
toco la piedra, el huevo se movió en su interior haciendo que estuviera a punto
de retorcerse de placer.
Se levantó de golpe y sonrió a los extraños
que lo miraban como si estuviera enfermo.
Asami cabeceó complacido al verlo saltar. No había estado muy seguro de
que el huevo y estimulador funcionaran tal y como le explicó la dependienta del
sex shop, pero al ver que Akihito tardaba más de media hora en recuperarse y,
sobre todo, tras ver su cara, no le cupo la menor duda. Tenía el rostro
sonrosado, como si tuviera mucho, muchísimo calor; no cesaba de lamerse los
labios, incluso mordérselos. Se mostraba inquieto, se acariciaba el estómago
para al segundo después frotarse los brazos. Sus píes no dejaban de danzar,
daban un paso adelante, luego otro atrás, incapaz de quedarse quieto. Tragaba
saliva con rapidez, un hilo de sudor brillaba en su frente y descendía hasta
llegar a su cuello. Los pezones se
marcaban duros y erguidos a través de su playera, a pesar de tener la chamarra
abierta... podía verlos. Esto último no le gustó nada a Asami, todo el mundo
podía verlos, o peor… cualquiera podía
acercarse a él, lo que estaba haciéndole al chico es difícil de disimular.
«Akihito es mío» quiso decirles, pero no
hacía falta, había quedado sobradamente demostrado el día de Navidad antes de
su escape. Con una mueca depredadora en los labios, caminó decidido hasta donde
estaba Akihito.
—Hola. —Saludó colocándose al lado del rubio.
—Adiós —contestó Akihito, soltándose y
alejándose de él para situarse unos cuantos cuerpos más allá.
Akihito
siguió caminando y aguantó como
pudo. Los zapatos le estaban machacando los pies, pero no se atrevía a
sentarse otra vez, estaba seguro de que no podría evitar jadear. Por mucho que
intentara quedarse quieto, su cuerpo parecía tener otras intenciones y no
paraba de dar pasitos adelante y atrás, haciendo que el huevo y el estimulador de la uretra se movieran en
su interior. Sentía el ano mojado e hinchado, el pene palpitante y los pezones
duros como piedras.
Bueno, estos no los sentía, los veía
claramente y no podía hacer nada para evitarlo. Era una verdadera tortura. Una
tortura excitante, sobrecogedora e inigualable. Apenas prestaba atención en su
camino al jardín o lo que se desarrollaba a su alrededor, pero no podía dejar
de pensar en Asami, de sentir sus ojos
clavados en él, devorándolo. Miró el
reloj de su muñeca, solo faltaba media hora para los fuegos artificiales. Si
quería desaparecer disimuladamente, tenía que ponerse a ello ya mismo, porque
le daba la impresión de que el yakuza estaba dispuesto a no perderlo de vista.
De hecho su mirada no era difícil de interpretar; decía, alto y claro, que lo
seguiría hasta el fin del mundo… y mas allá.
Akihito chasqueó los dedos, frotó la palma de
una mano contra el puño de la otra, se mordió los labios con fuerza y sopló.
—Debo darme prisa...
—Tan pronto y estás cansado, Akihito —expresó
el yakuza.
—Que va... solo estoy tomando el fresco.
—OK. —dijo el yakuza acercándose y tomándolo
del codo—. Te acompaño.
—No es necesario. Gracias, —Asami alzó las
cejas pero no lo soltó—. Si no te importa, me gustaría recuperar mi brazo.
Gracias.
—Me importa.
—Serás animal. Suéltame ahora mismo —susurró
furioso. No quería montar un espectáculo,
pero si no le dejaba otra opción, por Dios que lo haría.
—No.
—¿Cómo te atreves? —bajó aun más la voz,
hasta que sólo él pudo oírlo.
—Me atrevo a todo —siseó en su oído,
pegándose al rubio— No voy a dejar que te pasees con esta pinta por el templo
tú solo. Ni lo sueñes.
—Serás... Retrogrado, Machista...
Anticuado...—soltó todos los adjetivos que se le ocurrieron, y con cada uno fue
alzando un poco más la voz.
—Uyuyuy, la parejita ya está discutiendo
—comentó una voz tras ellos—. Es una lástima, pero se veía venir.
—Hola, Kuroda—gruñó Asami sin soltar a su
amante.
—¿Qué narices quieres, Kuroda? —inquirió
Akihito irritado.
—¡Eh! Que yo no te he hecho nada.
—Exactamente —explotó el chico, dando un
tirón que consiguió soltarse de los dedos de Asami—. No me hiciste nada y
seguro tienes que hablar de algo con
Asami... Me retiró y no te molestes en seguirme, ¿ok?
—Me agarró de sorpresa... ¿Está en sus días,
Ryuichi?—se defendió Kuroda, que acababa de convertirse en el chivo expiatorio
del enojo, excitación y confusión que poblaban la cabeza de Akihito en ese
momento. Al fin y al cabo, podía regañarle y mangonearle y él se mostraría
adecuadamente contrito. «No como otros», bufó pensando en Asami y en su postura
de macho dominante, Asami solo lo ignoró para continuar con la persecución.
Se dio la vuelta y comenzó a andar en ninguna
dirección particular. Sólo quería alejarse y que lo dejaran en paz. El maldito
huevo de su interior comenzó a moverse rítmicamente con cada paso, su sexo se
humedecía cada vez más ante las vibraciones de esa aguja y sus pezones se
convirtieron en guijarros. La frente se le perló de sudor a la vez que el
estómago comenzó a cosquillearle y la verga a palpitar. Se paró, incapaz de dar
un paso más sin ponerse a jadear, y se sujetó el abdomen con las manos.
***Mierda,
mierda y más mierda***. Tenía
que llegar al jardín del templo, una vez allí podría relajarse, o jadear, o
gritar o lo que fuera que necesitara hacer, sin temer que nadie pudiera verlo
ni oírlo.
—Buena idea —aprobó Asami abrazándolo por la
espalda y sobresaltándolo. ***¿Lo
he dicho en voz alta?***, pensó
Akihito por un instante... No,
imposible.
—¡Es qué no me vas a dejar en paz! —clamó
mirando al cielo. La noche estaba
en esplendor... cielo despejado, las brillando
con intensidad. Faltaba poco para los fuegos, tenía que desaparecer.
—Bailemos.
—¿Qué?
—Estás parado en mitad del jardín. La gente no nos está mirando... Así que,
bailemos.
Sin darle otra opción, lo obligó a girar
hasta que su pecho quedo pegado a su torso. A través de las finas prendas de
vestir que él llevaba podía sentir sus pectorales. Los pezones respondieron
ante el contacto. Un fogonazo de placer recorrió sus venas, alojándose en su
ano.
—Dios —jadeó, posando las palmas sobre el
pecho del hombre, intentando separarse—. Para... No quiero bailar... Además, ni
siquiera se escucha la música.
—Por supuesto que quieres... solo déjate
guiar por mí, la música es lo de menos... cierra los ojos. —declaró él,
agarrándolo firmemente por la cintura.
En ese instante, toda la concurrencia y algarabía
se centraba en la explanada principal del templo, los monjes ya estan listos… a
punto de iniciar con los rituales propios de la religión Shintoísta, el
tradicional grupo de tambores comenzaron a tocar, anunciando el momento para
iniciar los ritos. Asami apretó la cintura de Akihito y comenzó a moverse
despacio... como si el yakuza intentara detener el tiempo a su alrededor. Y Akihito se vio inmerso en un mar de
sensaciones oscilantes que se movían bajo el ritmo que su yakuza le guiaba.
Asami aferró la mano derecha del joven con la
izquierda suya y colocó la que le quedaba libre a la altura de los omóplatos.
Mantuvo esa posición siguiendo un compás imaginario durante apenas un par de
minutos, los suficientes para volverse loco por la necesidad de sentir la tibia
carne juvenil pegada a él. Inspiró profundamente y desplazó con lentitud la
mano que sujetaba el cuerpo del rubio, hasta posarla abierta sobre el final de
la espalda. Presionó con ella hasta que Akihito quedó totalmente pegado a él.
El fotógrafo sintió en su vientre la dura
erección que pugnaba contra los pantalones del hombre y se rindió. Se rindió a él, a sus caricias, a su deseo.
Se movieron uno contra otro, los pies punta con punta, la mano derecha de Akihito
asiendo desmayada la masculina, la otra aferrada al saco del hombre. Giraron
una y otra vez con los cuerpos tan pegados que parecían uno solo. Sus labios
jadearon al unísono sin dejar de mirarse fijamente a los ojos. La piel de
Akihito era suave y cálida al tacto, la de Asami estaba cubierta de sudor. Los
rasgos del hombre eran duros y contenidos, sus labios apretados fuertemente
para impedir que gimieran desesperados. Las facciones del joven eran dulces,
relajados, sus ojos se entornaban rendidos a la pasión. La mano de Akihito se
crispó contra el pecho de Asami. Todo su cuerpo tembló.
Él bajó la cabeza y posó sus labios sobre la
tierna y dulce boca de Akihito, bebiéndose los jadeos incontrolados que
escaparon de el rubio. La mano anclada
en el final de la espalda la apretó con más fuerza, hasta que sintió los
espasmos que se adueñaban del estómago del chico. El pene le palpitó dentro de los pantalones,
se engrosó y alargó como nunca lo había hecho, lágrimas de semen brotaron de su
glande, humedeciendo el algodón de los bóxers. Los testículos se tensaron,
endurecidos y dispuestos para descargar su preciado contenido. Apretó
salvajemente sus labios contra los de Akihito mientras todo el cuerpo del rubio
vibraba y sus uñas se hundían en su
poderoso torso. Lo sujetó con fuerza cuando le fallaron las piernas, separó sus
labios de los tentadores del joven y lo miró con ternura, haciendo caso omiso
del dolor que asolaba sus testículos, de la frustración con la que pulsaba su
polla. No iba a correrse en los pantalones como un chiquillo puberto. Esperaría... Sólo unos minutos más. Akihito
sería suyo bajo las estrellas y los fuegos de artificiales.
Akihito parpadeó confuso... Había tenido uno
de los orgasmos más explosivos de su vida en mitad del bosque que rodea el
templo. Rodeado de gente. Entre los
brazos de Asami, y lo más aterrador de todo era que, cuando el éxtasis había
ocurrido raudo por todas sus terminaciones nerviosas y sus ojos se habían
cerrado incapaces de resistirlo, en su mente solo tenía la imagen de SU
hombre… El rostro de Asami, sus labios,
sus manos, el cuerpo desnudo del hombre que se adueña de su cuerpo y de su alma
cada noche... Miró al yakuza confundido, dio un paso atrás, y otro, y otro
más... Se giró y salió corriendo de ahí, chocando sin darse cuenta con algunas
ramas de entre los árboles.
Asami permaneció erguido en mitad del bosque,
ajeno a todo lo que rodeaba, pendiente de cada uno de los pasos de su amante.
Lo observó cruzar rápidamente el parque, perderse entre los caminos que
llevaban al jardín del templo y por último desaparecer a través de la reja que
lo rodeaba. El cazador que había en él, sonrió. Se aflojó un poco la corbata y
respiró hondo, como si tratara de calmarse y no pensar en erección que se
apretaba salvaje en el pantalón... y fue tras el rubio.
Akihito miró aturdido a su alrededor. Estaba
en el jardín del templo... alejado de todo mundo. ¿Dónde le había indicado él
que se encontraran? Al lado de un olmo negro.
—¿Cómo carajos es ese árbol? —preguntó al
aire—. Grande, ha dicho que era el más grande del jardín.
Recorrió el lugar con la mirada, pero todos
los árboles le parecieron más o menos igual de igual tamaño. ¡Joder! La
explanada del jardín era enorme. Él había dicho que fuera hacia el norte.
—¿Y por donde narices se va al norte? —siseó
entre dientes. Si estuviera en Tokio no tendría ninguna duda, pero aquí, en ese
preciso momento estaba totalmente desorientado—. Piensa. Él había dicho que
estaba en el extremo más alejado de la verja, por tanto caminaría dejando la
verja tras ella y buscara un árbol grande y viejo.
Asami lo observó titubear, girar la cabeza a
un lado y, al final, caminar decidido hacia el sur. Sonrió y decidió que para la
próxima Navidad le regalaría una brújula. Lo siguió ocultándose entre las
sombras, si andaba lo suficiente acabaría llegando a un pequeño grupo de
esbeltos álamos que esperaba les ocultaran lo suficiente. Y si no era así,
sinceramente le daba lo mismo. Estaba a punto de reventar, los pantalones le
oprimían dolorosamente el pene y a cada paso que daba los testículos mandaban
pinchazos de dolor a su ingle.
Akihito caminó con paso inseguro un par de
metros, y al final decidió quitarse los zapatos. Posó sus pies desnudos en el
suelo y hundió sus pequeños dedos en la hierba fresca y húmeda. Un alivio
momentáneo para el fuego que recorría su cuerpo. Hacía escasos minutos que
había estallado entre los brazos de Asami y su piel estaba ardiendo de nuevo. A
cada paso que daba el huevo y se movían en su interior, y la aguja mandaba
vibraciones contra las paredes de su uretra, el huevillo se movía con fuerza
por la vibración y movimiento de su culo que empujaba con rudeza su próstata y
el chico lo único en lo que podía pensar era en la polla de su yakuza entrando
con fuerza en su cuerpo.
—¿Dónde estará ese puto árbol?
Tras varios minutos caminando, algún tropezón
y muchos estallidos de placer recorriendo sus venas, llegó a un grupito de
arboles que no se veían especialmente grandes ni viejos. Los observó todo lo
atentamente que pudo entre las bramas del deseo y se decidió por uno.
—No creo que seas tú —dijo contra el delgado
tronco—, pero no puedo dar un paso más — afirmó al desabrocharse los pantalones
y bajarlos hasta sus rodillas—. ¿Cuándo sonarán los malditos fuegos
artificiales? Necesito tocarme —susurró, aferrándose con una mano al tronco
mientras con la otra se acariciaba los muslos. ***Sólo un poquito***, pensó—. Él no se va a enterar de lo hago
—afirmó cuando sus dedos encontraron la suave piel de su pubis.
—Yo lo sé todo —susurró una voz tras del
rubio. ‘Él’.
Su mano asió la de Akihito, impidiéndole
llegar hasta donde tanto necesitaba. Pegó su pecho a la espalda del joven y su
ingle al trasero. Akihito pudo sentir su tremenda erección a través de su fino
pantalón. ¿Por qué no se los había quitado?
—Eso no ha estado nada bien —lo regañó él con voz ronca, dándole una fuerte
palmada en las nalgas.
En contra de todo lo que siempre había
pensado, esa palmada estuvo a punto de lograr que se corriera. Había algo
excitante en sentir la palma de su mano sobre el trasero. Las vibraciones que
ondulaban sobre sus nalgas recorrían el perineo y el ano, y terminaban sobre el
su verga. Akihito gimió y apretó con fuerza los muslos, pegando más su pecho a
la corteza del árbol, frotando los pezones duros y erguidos contra ella.
—Ni se te ocurra —le advirtió él, pasando un
brazo por su estómago y obligándolo a separarse unos centímetros del árbol, los
suficientes para no rozar sus pezones contra el tronco.
La mano del yakuza se coló entre sus muslos
fuertemente apretados, obligándolo a abrirse para él. En cuanto lo hizo, apuntó
con sus mocasines de marca italiana los pies desnudos instándolo a separarlos
más. Akihito no opuso ninguna resistencia.
—No gires la cabeza —ordenó.
La mano seguía posada en sus muslos,
acariciándolos. Akihito dobló las rodillas, intentando que ascendiera hasta el
lugar en donde estaba ardiendo. Él se limitó a darle un suave golpe en su
nalga. Akihito empinó su trasero, rozándose contra él, intentando tentarle.
Esta vez el hombre respondió. Se pegó más al rubio y pasó la mano que tenía
libre por su estómago, deteniéndose a jugar con los dedos en su ombligo. Nada
más.
—¿A qué esperas? —preguntó frustrado.
—A que sea el momento justo —contestó él,
Inmóvil.
—¿Y cuándo será eso? —inquirió el joven,
frotando las nalgas contra su ingle.
—No te muevas—repuso él, quitando la mano de
su estómago y dándole otro azote en el culo.
La impaciencia hacía temblar a Akihito... Él
estaba ahí, pegado a él, duro como una piedra; su pene largo y grueso apoyado
contra su trasero— y no hacía nada. Los músculos de su ano se apretaban y
aflojaban espasmódicamente contra el huevo, su abertura se humedecía cada vez
más, su pene latía y sus pezones se quejaban adoloridos, y él no hacía nada.
¡Nada de nada!
—No puedo más... por favor —rogó.
—Aún no —repitió él.
—¿Cuándo?
—¿No lo sabes? ¡Carajo! Qué mala memoria tienes.
Akihito cerró los ojos e intentó recordar
todas sus indicaciones: el árbol, el jardín, pantalón abajo, el culo desnudo.
Cuando sonara los primeros fuegos artificiales. De repente un ruido atronador
resonó contra el cielo nocturno, como si hubiera estallado el más grande de los
cohetes. Las manos que se posaban sobre su piel se alejaron de repente. Un
segundo después oyó el sonido del tintineo del cinturón al abrirse... Y poco
más tarde el sonido metálico de la cremallera del pantalón.
Sonó la segunda tanda de fuegos. Los dedos
ásperos y callosos acariciaron el interior de los muslos, ascendiendo primero a
su pene... rozarlo el tallo lentamente, hasta llegar a la punta, para poder
retirar el estimulador de su uretra. El
chico sintió alivio al sentirse liberado de la aguja, las manos continuaron con
lento recorrido hacia sus caderas y asió el cordón de huevo y con inquietante
lentitud fueron tirando de él hasta que este abandonara su ano, con un sonido húmedo.
Akihito jadeó al sentirlo rozar contra su abertura. Y después, él se quedó
inmóvil de nuevo.
Explotó el último cohete. Las manos de él se
aferraron a su cintura. Sus pies separaron más los de Akihito. Su ingle se
apoyó contra las impacientes nalgas de su joven amante y su pene se alojó en la
unión entre sus muslos, un fogonazo de múltiples y brillantes colores iluminó
el cielo nocturno sobre sus cabezas.
La verga penetró de un solo empujón. Los
dedos que asían su cintura se clavaron en la piel. Las manos de Akihito se
aferraron con fuerza a la corteza del árbol. El yakuza comenzó a bombear,
fuerte, rápido, rudo, sus enérgicos empujones desplazaron el cuerpo del rubio
hasta que su pecho se apretó rítmicamente contra el tronco del árbol, pero
apenas se dio cuenta. Todo su mundo se centraba en la polla rígida y poderosa
que entraba en él vigorosa y potente, cada vez más violenta, más rígida… Las puntas de sus pies se alejaban de la
húmeda hierba y sus sentidos se acercaban más al Paraíso, una de las manos que
le asía la cintura le rodeó el estómago y se deslizó hasta su pubis. Los dedos
largos y ásperos presionaron su pene, una vez, dos, tres... Akihito explotó...
Un grito incontenible abandonó sus labios y se confundió con el estruendo de
los fuegos artificiales. El
yakuza empujó una vez más, dos, tres… y se
tensó inmóvil muy dentro de Akihito. El rugido que surgió de su garganta
provocó escalofríos de placer en el alma del chico.
Akihito sintió que sus rodillas fallaban, los
fuertes brazos del hombre lo sujetaron. Salió de él con un gemido y permitió
que los cuerpos de ambos se derrumbaran exánimes sobre la hierba... Uno al lado
del otro, el pecho fuerte y cálido contra la espalda esbelta y delicada, los
dedos del yakuza acariciaron la mejilla, dibujaron las líneas de su rostro y
retiraron el pelo de su cara.
—Vamos a la cabaña —ordenó.
El estruendo de los fuegos artificiales
impidió que Akihito escuchara cómo Asami se subía la cremallera de los
pantalones, pero no le importó. Sabía con certeza ineludible que en cuanto suba
a su auto... y entre en esa cabaña, volvería a sentirlo dentro de él... Junto a
él... Abrazado a él.
Akihito y Asami traspasaron el agujero de la
reja poco después de que los fuegos artificiales dejaran de iluminar el cielo.
No sabía si había pasado mucho tiempo desaparecidos ni les importaba en
absoluto si así era. Lo único que querían era irse a casa para continuar la
sesión sexual de celebración por el Año Nuevo, que estaban iniciando. Akihito
estaba agotado, y es que permanecer al borde del orgasmo durante dos horas era
realmente cansado y la sesión de sexo salvaje había sido el colofón final que
la había dejado total e irremisiblemente extenuado. Aunque el yakuza se mostraba entero y dispuesto
a continuar.
¡Vaya manera de terminar las fiestas! Este
Nuevo Año pinta bien para Akihito había follado como un loco con Asami. Sin
poder evitarlo, se le escapó una risita tonta al recordar lo sucedido y, acto
seguido, se aferra al brazo del yakuza al llegar a la entrada principal del
templo y subir al vehículo que los lleve de regreso a la residencia.
* * * * * *
En la cabaña...
Después de la extenuante sesión, la pareja
descansaba en la cama. Uno dormía cual angelito, con las pestañas cubriendo sus
ojos claros y las manos relajadas, una sobre la cabeza, la otra a un lado del
cuerpo. Su respiración profunda y acompasada indicaba que en esos momentos
estaba, como poco, en el séptimo cielo.
El otro observaba taimado y pensativo a la que dormía tan inocentemente.
La luz de la luna entraba por las ventanas abiertas, permitiendo ver un brillo
especulativo en sus ojos ladinos. Fuera lo que fuera lo que estaba pensando, no
era nada bueno. O a lo mejor sí, al menos desde su punto de vista.
La persona que estaba despierta se levantó
muy lentamente de la cama, lo que indicaba que sus intenciones eran como mínimo
secretas. Recorrió a tientas el suelo de la habitación, intentando localizar
cierto maletín deportivo que había reconocido horas antes y, cuando dio con
ella, la abrió muy, pero muy despacito, procurando que la cremallera no hiciera
ningún ruido. Hurgó en ella con cuidado hasta que encontró lo que estaba
buscando y con el mismo sigilo con que había bajado de la cama volvió a subir.
La sonrisa dibujada en su rostro era astuta
como la de un zorro cuando sopesó lo que tenía entre las manos, lo dio vueltas
planificando qué hacer con ello y de qué manera, para que la persona dormida no
se diera cuenta de sus intenciones hasta que fuera demasiado tarde. Cuando hubo
revisado en la mente el plan trazado, se arrodilló con cuidado sobre el colchón
y lo llevó a cabo. No le llevó mucho tiempo ni le costó apenas esfuerzo, la
persona dormida estaba muy, pero que muy dormida. Cuando hubo completado su
propósito, se recostó en la cama y observó a su acompañante. Continuaba
soñando, inocentemente ignorante de sus malvados planes. Miró el reloj luminoso
de su móvil sobre el buró aún era pronto, dejaría que durmiera un poco más y
luego pondría su plan en marcha. Con ese pensamiento cerró los ojos y sonrió.
Iba a ser un despertar memorable.
Parpadeó un par de veces y miró al hombre que
dormía a su lado, parecía un ángel; un ángel caído. De su boca entreabierta
surgía una respiración tan profunda y fuerte, que alguien menos enamorado que
el chico, lo hubiera tachado de ligero ronquido. Sus rasgos estaban relajados,
sus miembros laxos, su cuerpo desnudo sin sábanas que lo cubrieran era
demasiado tentador como para ignorarlo.
Algo se posó sobre su nariz, algo con patitas
diminutas que le hacía cosquillas. Asami cabeceó con fuerza para espantarlo y
siguió durmiendo. Un segundo después se posó sobre una de sus tetillas, intentó
espantarlo de un manotazo, pero estaba tan cansando que no fue capaz de mover
el brazo, así que movió los hombros. El siguiente ataque fue en la ingle, el
insecto se colocó con rigurosa exactitud sobre su pene y comenzó a pasear sobre
él, su reacción inmediata fue levantar el brazo e intentar aplastar la puñetera
mosca. Pero no pudo. Fue incapaz de moverse. Abrió los ojos alarmado. Aún era
noche cerrada, pero el brillo azulado que emitía la luna le permitió ver a
Akihito arrodillado a su lado, con su cabello revuelto enmarcándole el rostro y
una enigmática sonrisa en los labios. Intentó de nuevo mover los brazos y, en
ese instante, advirtió el motivo por el que no podía hacerlo: tenía las muñecas
atadas a los postes de la cama.
—Hola... ¿Estás despierto? —preguntó,
irónico, pasándole algo por el pecho.
Asami miró hacia allí y apenas vislumbró a
Akihito sosteniendo... ¿Qué? Lo que fuera tenía un tacto asombrosamente similar
al del molesto insecto que le había fastidiado entre sueños. Demasiado similar,
pensó totalmente espabilado.
—¿Qué carajo...? —preguntó, tirando con
fuerza de lo que mantenía sus brazos abiertos en contra de su voluntad.
—Ssshhhhhh. No lo intentes... no puedes
romperlas. —Advirtió, divertido.
—¿Romper qué? —inquirió, intentando mover las
piernas. No tuvo problemas, gracias a Dios sus pies estaban libres de ataduras.
—Las esposas —susurró en su oído a la vez que
le atormentaba las tetillas con... un pincel.
—¿Me has esposado a la cama? —preguntó
atónito.
—Mmn… No lo sé. ¿Tú qué crees? —susurró
dejando resbalar el sensual roce por su vientre. Los abdominales se fueron
tensando uno a uno según los recorría.
—Creo que lo mejor es que me sueltes
—advirtió él con voz ronca.
—Pero si te suelto, seguro que quieres
vengarte —replicó el rubio, con un tono de voz eróticamente inocente.
—Por supuesto —jadeó él al sentir el suave
tacto de las cerdas bajando más y más hasta tocar la corona de su pene, que en
esos momentos se estaba levantando con expectante curiosidad.
—Me atarías igual que ahora lo estás tú,
lamerías mi cuerpo, pellizcarías mis pezones, introducirías un dedo, o quizás
dos, en mi culo mojado y acabarías follándome sin compasión — relató en voz
baja y excitante, sin dejar de recorrer con volátiles caricias el tronco del
pene, ya totalmente erecto.
—No lo dudes—gimió él, alzando las caderas.
—Pues por eso mismo no pienso soltarte
—afirmó, alejándose de él.
—¿Qué? —inquirió sobresaltado al dejar de
sentir el pincel acariciándole.
—Cariño, te has convertido en mi juguete.
Asúmelo —sentenció.
Asami no pudo responder... Akihito se montó a
horcajadas sobre él, aferró un puñado de sus cabellos y le besó salvajemente.
Lo único que pudo hacer fue alzar las caderas e intentar encontrar un sitio en
que alojar su estimulada verga.
Pero el fotógrafo no estaba dispuesto a
complacerle. Se levantó rápidamente, bajó de la cama, y rebuscó en el maletín.
Cuando regresó tenía un pequeño vibrador metálico entre las manos.
—¿Qué pretendes hacer con eso? —jadeó Asami,
alerta, recordando esa vez que su joven amante lo ató.
—Jugar.
—No me gustan esos juegos —siseó sin dejar de
mirarlo.
—¿Seguro?
—Al cien por cien —medio mintió— Deja eso.
—No.
Se subió al colchón y permaneció erguido en
él. Él cerró las piernas con fuerza.
—¿Es miedo lo que veo en tus ojos? —preguntó
burlón.
—Claro que no.
—Bien —dijo introduciendo uno de sus
delicados pies entre las pantorrillas del hombre.
Asami abrió las piernas sin pensar en lo que
hacía y Akihito aprovechó para arrodillarse entre ellas.
—¿Confías en mí? —le preguntó suavemente.
—Sí —afirmó, sin dudar ni un segundo.
Akihito se inclinó sobre él y depositó un
suave beso en el glande. El pene, que había perdido parte de su apostura al ver
el vibrador, volvió de nuevo a la vida.
Asami cerró los ojos y esperó. No había dicho
la verdad cuando afirmó que esos juegos no le atraían, porque lo cierto era que
cuando Akihito jugó con él en el cuarto especial la Navidad pasada, sí le había
gustado. Pero era tan extraño, tan... perturbador sentir placer ahí. Jadeó al
sentir el contacto sutil de la pequeña brocha revoloteando sobre cada
centímetro de su cuerpo, atormentándole la parte interna de los brazos desde la
muñeca a las axilas, recorriendo con deliberada lentitud la clavícula, las
tetillas y el vientre hasta llegar, por fin, a la ingle. Una vez allí, Akihito
pintó con estremecedora languidez cada vena que se marcaba en el erguido pene,
cada arruga del frenillo; presionó levemente las suaves cerdas en la abertura
del glande.
En ese momento Asami se olvidó de todo, su
mente se concentró únicamente en sentir. Cada uno de sus músculos tenso y
preparado para saltar ante la más mínima caricia. Sus ojos se cerraron,
incapaces de resistir la tortura que Akiihito infligía a sus sentidos. Sus
manos aferraron el metal cubierto de raso de las esposas, sus piernas se
abrieron más y su espalda se arqueó.
El pincel jugó unos instantes sobre los
testículos y el perineo y por último abandonó su piel. Un segundo después
sintió una caricia húmeda recorrer el tronco de su pene. Abrió los ojos
excitado, pero solo pudo ver la cabellera platina de Akihito cubriendo su
ingle. Tiró de las esposas con fuerza, deseando, con un anhelo imposible de
ignorar, levantarse un poco para deleitarse observando cómo el chico lo lamía y
besaba.
—Suéltame —jadeó.
—No—fue su única respuesta.
Rodeó con sus labios el glande y lo fue
introduciendo lentamente, demorándose en él e ignorando el tallo del pene.
Succionó aumentando poco a poco la intensidad. Asami alzó las caderas,
frustrado por no poder entrar en el rubio tan profundamente como deseaba. El
chico apartó los labios dando un último lametón y se retiró algunos mechones de
cabello de su cara. Su sonrisa no dejaba lugar a dudas de cuanto estaba
disfrutando con el juego. Se incorporó, llevó la mano a un lado y un suave
zumbido resonó en la habitación.
Asami giró la cabeza hacia el sonido. Akihito
tenía en la mano el pequeño vibrador. Tragó saliva y tensó las piernas.
—Relájate —susurró él.
Asami cerró los ojos por toda respuesta...
Fue una lástima, porque se perdió la sonrisa burlona del joven que amaba.
Se percató con claridad de cómo Akihito
posaba el juguete en el interior de sus muslos y lo acariciaba con él,
acercándolo inexorablemente a donde él se negaba a alojarlo... por el momento.
Se mordió los labios y esperó. El dildo rozó el perineo y jugueteó sobre su
trasero. Experimentó un ligero escalofrío cuando un líquido tibio y resbaladizo
cayó sobre su pelvis. Apretó los dientes y aguardó inquieto el siguiente
contacto. El falo de metal comenzó a extender el lubricante por sus testículos.
Luego descendió inclemente hasta presionar con sutileza la unión entre sus
nalgas y permaneció ahí, inmóvil.
Abrió los ojos al sentir los labios de
Akihito recorrer de nuevo su pene, arrasando la sensitiva piel que se ocultaba
tras el frenillo, arañando suavemente con los dientes las venas marcadas,
introduciéndolo en su boca, pegando el glande contra el interior de sus
mejillas cuando comenzó a succionar. Sintió una de sus manos envolver el tronco
de la verga, aferrarlo con fuerza y masturbarlo a la vez que su boca presionaba
más y más sobre la corona. Y mientras, el juguete seguía vibrando contra su
trasero, volviéndolo loco. Su atención estaba completamente dividida, por un
lado en los labios del rubio, por otro en eso que amenazaba con penetrarle y no
lo hacía.
Jadeó cuando Akihito absorbió con más fuerza.
Arqueó las caderas, incapaz de permanecer quieto y gruñó cuando ese movimiento
hizo que el dildo se alejase del lugar en que estaba; gimió cuando el fotógrafo
lo volvió a colocar pegado al perineo haciendo que la vibración se expandiera
por cada terminación nerviosa de su sensibilizada piel.
Tiró de nuevo de las esposas cuando Akihito
intensificó la succión sobre su pene. Sintió como su ano se estremecía en
contra su voluntad, impaciente y receloso ante la posibilidad de ser invadido.
Negó con la cabeza incapaz de hablar. Sus testículos palpitaron a punto de
liberarse, tan cerca y a la vez tan lejos de conseguirlo. Jadeó desesperado,
anhelando algo que no debería desear.
—¡Fóllame de una puta vez! —suplicó, incapaz
de contenerse.
Akihito presionó el anhelante orificio con
uno de sus finos dedos y un ramalazo de placer, tan intenso que casi lo dejó
sin sentido, recorrió su cuerpo. Sus caderas se tensaron, sus piernas se
abrieron, su trasero se levantó a la vez que su recto se apretó con fuerza
sobre la placentera invasión, todo él tembló cuando el potente chorro de semen
escapó de su polla e impactó contra la garganta de su amado.
Segundos después consiguió llenar de aire sus
pulmones a la vez que los latidos de su corazón comenzaron a normalizarse. Abrió los pesados parpados y miró al joven
que se lamía los labios con deleite. Carraspeó, todavía incapaz de hablar.
—Una vez leí un artículo muy interesante
—comentó él sin dejar de mirarle—.
Decía algo parecido a que, a veces, una
amenaza incumplida se convierte en el deseo más implacable. ¿Tú qué piensas?
—Tonterías —desestimó, reprimiendo una
sonrisa. Akihito a veces era tan maquiavélico como el que más.
—Por supuesto —dijo levantándose de la cama y
poniéndose de pie.
—Suéltame —exigió, tirando de las esposas.
—Mmm... Es una pena que estés agotado. —Le ignoró recorriéndole con la mirada a
la vez que volvía a hurgar en el maletín y sacaba algo de él que Asami no pudo
ver.
—No estoy agotado —refunfuñó intentando incorporarse
para mirar, pero sin conseguirlo, las jodidas esposas se lo impedían.
—¿Seguro? Pensaba que después de esta semana
de fiestas estarías exhausto. —Se subió de nuevo a la cama y se sentó a
horcajadas sobre las caderas del hombre—. Pensaba darte un masaje para
revitalizar tus cansados músculos —comentó, derramando un gran chorro de aceite
sobre el pecho del hombre y comenzando a extenderlo—. De hecho he visto un
documental sobre masajes muy interesante. ¿Quieres que te lo demuestre? —Asami
asintió con la cabeza.
Akihito sonrió y se inclinó sobre él hasta
que sus pezones tocaron el pecho masculino. Comenzó a moverse lánguidamente,
trazando círculos con ellos, meciendo su pubis sobre la
ingle cada vez menos dormida del hombre. Presionando cada vez más su piel
contra la de el yakuza.
—Mmm... Es la primera vez que estoy encima de
ti sin que tu domines la situación —comentó sin dejar de masajearle—. ¿A qué
crees que se deba?
—Ni idea —contestó él con voz ronca, tirando
de las muñecas e intentando besarlo.
Akihito se apartó risueño.
—Tengo una teoría; creo que es por esas
esposas de las que intentas liberarte con tanto ahínco. Es más, estoy seguro de
que si ahora mismo estuvieras libre, yo estaría tumbado de espaldas sobre la
cama contigo encima.
—No. —Jadeó él cuando los movimientos de
Akihito se hicieron más rápidos e intensos—. Estarías atado igual que estoy yo
y te estaría follando tan fuerte que gritarías de placer.
—Entonces es una suerte que no sea así,
porque no tengo intención de despertar a la servidumbre con mis gritos —susurró
el chico asiendo su pene con una mano, guiándolo hasta su ano y permitiendo,
por fin, que entrara en él.
Comenzó a moverse sinuoso sobre el yakuza,
subiendo hasta que sólo el glande lo
penetraba y bajando lentamente hasta su ingle tocaba su culo, tan
despacio que Asami rechinó los dientes de frustración.
—Suéltame —ordenó por enésima vez.
—No.
—Me estás volviendo loco —jadeó, alzando las
caderas cuando el rubio volvió a elevarse con laxitud.
—Pobre...
—Cuando esté libre me las vas a pagar.
—Eso espero —contestó, encajándose
bruscamente en él e imprimiendo un ritmo diabólico a sus movimientos.
A partir de ese momento todo se descontroló.
Akihito le cabalgó llevando a ambos una y otra vez al borde del abismo, subió y
bajó con fuerza, se apretó contra él y rotó las caderas, frotó sus pezones
contra su torso cada vez más cerca del orgasmo. Él intentó acompasar sus
caderas a las de su joven amante, pero fue imposible, cada vez que las alzaba
el chico se apartaba sonriente. Era Akihito quien llevaba las riendas de la
situación y no pensaba soltarlas. Al final sólo pudo mantenerse inmóvil, o al
menos todo lo inmóvil que su tembloroso cuerpo le permitió, y dejar que el
fotógrafo los condujera a ambos a un orgasmo que a punto estuvo de despertar al
resto de los habitantes de la casa cuando el anillo carnoso constriñó con
fuerza su pene y Akihito se apretó sobre él. Un rugido de placer comenzó a
escapar de sus labios en el mismo momento en que bombeó con fuerza, alzando las
caderas contra el juvenil cuerpo. Su garganta se expandió, incapaz de
permanecer en silencio, y lo único que les salvó del desastre fueron los labios
de Akihito, posándose sobre los suyos en un beso arrollador que amortiguó el
grito.
Pasados unos minutos, cuando ambos
consiguieron respirar con un pequeño atisbo de normalidad, Akihito se incorporó
y le quitó las esposas. Él se sentó en el mismo momento en que se encontró
libre y se las arrancó de las manos. Akihito sonrió y se tumbó a su lado sin
dejar de observarle, sabía sin lugar a dudas que a él le gustaba tener el
control de la situación; de hecho, a él le encantaba ese aspecto dominante de
la personalidad de su amado pero, de vez en cuando estaba bien cambiar de
turnos.
Asami inspeccionó aquellos artefactos
diabólicos con ojos calculadores. Eran
unas sencillas esposas, acolchadas y forradas de raso negro, que no se abrían
con llave sino con una combinación numérica. ¡Y estaban cerradas! Akihito se
había ocupado de ello antes de que él se las arrebatara.
—Dime el número —exigió.
—Si te lo digo pierde su gracia —contestó
risueño.
—Si no me lo dices…
—¿Qué? —preguntó, impertinente.
—Te meteré a la fuerza en el coche y te
encerraré en el departamento... jamás saldrías de ahí —respondió burlón,
cerniéndose sobre el chico.
—Cero, cero, siete —respondió Akihito al
instante, fingiendo estar aterrorizado.
—¿Cero, cero, siete? ¡Ay, no me
jodas!—pregunto perplejo, marcando la combinación y abriendo las esposas. Le
había puesto el número del agente secreto más famoso del cine a un juguete
sexual.
—Me pareció divertido —confesó, encogiéndose
de hombros.
Asami no pudo evitar soltar una sonora
carcajada para, justo después, saltar sobre el rubio, aprisionarle las caderas
entre los muslos y capturar cada una de sus muñecas con una esposa.
—¿Qué haces? —preguntó Akihito con picardía.
—Vengarme —declaró, enganchando una esposa en
cada poste de la cama.
—Tendrás que darte prisa —avisó risueño.
—¿Por qué? —preguntó él, enmarcando la cara
de su chico entre sus fuertes manos.
—Porque está a punto de sonar tu celular para
despertar a los sirvientes —contestó riendo.
—¿Qué carajo...?
Y efectivamente, en ese preciso momento se
escuchó por triplicado un agudo pitido. El móvil estaba sonando en cada
habitación de la casa, avisando a sus moradores que ya era hora de despertarse
para empezar a realizar sus tareas.
—¡Joder! —exclamó Asami cuando escuchó la voz
de su asistente tocar la puerta de la cabaña con trabajo para empezar bien el
año—. Lo has hecho a propósito.
—Por supuesto —se carcajeó Akihito, al ver la
frustración reflejada en la cara del yakuza.
—Esta noche... —amenazó él.
—Te estaré esperando. —le interrumpió
Akihito.
Le esperó, vaya si le esperó... Y la espera
mereció la pena, sonrío Akihito al recordar lo acontecido mientras Kirishima lo
conducía de regreso a la agencia, ese Lunes a las nueve de la mañana.
Había sido un fin de semana intenso, muy
intenso. Había ayudado a fortalecer más su relación con Asami. Suspiró y desvió durante unos segundos la
vista hacia el maletín, jamás pensó que ese deseo de Navidad, le diera la
felicidad absoluta.
FIN.
Relamente me encanto el regalo de asami a aki y ni se diga el de aki a asami
ResponderEliminarAdoro tus fics realmente me gustan
Espero con ansias tu próxima actualización de marduk project
NI HAO!! (HOLA)
EliminarGracias por comentar... que bueno que te gustó mi historia, en cuanto al MARDUK PROJECT lo más seguro es que actualice a fin de mes... como ya entré a trabajar pues mis tiempos para escribir se reducen pero ya llevo la mitad del manuscrito adelantado, trankis... sí habrá actualización este mes :)
Te mando un abrazo y nos leeremos pronto, cuidate.
SAYOOOOBYEEE 3;)
Este juego del gato y el ratón fue genial!! Amé cada segundo de la persecución, Aki tratando de aguantar y Asami acumulado más y más tensión a su cuerpecito... bendito el momento en que por fin liberaron esa energía peeero más divertido fue ver la rapidez con la que Aki consiguió su venganza ya que hizo que este implacable maestro del S & M suplicara por ser follado (0.0) OMG!! Y ahora me doy cuenta de que estos encantadores hombres son dueños de una especie de Barney Bolsa Sexual, ya que de ese pequeño maletín han sacado un sin fin de juguetitos que han sido usados de manera magistral sobre sus cuerpos (n///n)
ResponderEliminarLove love love it!!
Gracias por el capítulo!!
GISE n_n
NIIII HAOOOO!!!
EliminarJAJAJAJAJAJAJAJA Gracia, me gustan tus comentarios, me alegran el día... sorpresa... esa no se la esperaban, cierto? xDDDDDDDDDD Ya les debía un relato de S&M y con una pizca de humor, pues que mejor jajajajajajajajajajajaja
Barney Bolsa Sexual??? jajajajaja Lawliett me hizo otra referencia, que el maletín se lo robó a SPORT BILLY, para los que somos de la Generation X (osea mayores de 30's xDDD) sabemos a que nos referimos.
Hermosa, gracias por comentar... Te mando un mega abrazo y nos leeremos pronto.
SAYOOOOOOOBYEEEE 3;)
Hola, lo sabía leer tu capítulo junto al mio era la mejor manera de sanar los corazones heridos jajaja
ResponderEliminarConfesare que este capítulo me gusto un poquito más que el anterior, el anterior estuvo lleno de pasion y amor, lo caul aunado a la noche de sexo, fue genial. Pero este me parecio más divertido, y como dice Gise, ese juego de perseguir al ratón me divirtió y mucho, reíi mucho en dos ocasiones y sufri con Takaba todos los previos a la cita. Por cierto estuve a punto de meterme a la historia y agarrar a golpes a Takaba, esta bien ser desorientado, yo soy así pero por Dios!! estabamos al borde del orgasmo y con el macho pecho, no peludo, a la espera y se pierde, o sea!! le dijo árbol grande y este elige el más pequeño del bosque... jajajaja me divertí como loca, tome un buen de coca helada y la cerecita del pastel, como no Asami suplicndo ser follado, donde Ayane se entere que le ukes a su seme de semes, nos viene a cerrar el blog :)
Muchas gracias por la dosis de sexo, amor y diversión que buena falta nos hace.
Te I love you so much.
Espero leer la conti de Marduk Project y claro en el siguiente evento que mi mente maquiavelica ya prepara y que por cierto tu eres la culpable de que exista.
Ya te contare más por facebook.
Cuídate mucho, besos y abrazos.
See you :)
NIIIII HAAAAOOOOOO!!!
EliminarAaaaah pillina... cuand lei tu publicación diciendo que tu historia lo alternarías con la mía, pensé: 'A chi...huahua, cómo va a hacer eso?' Hasta que ya me cayó el veinte jajajajajaja Gracias, que bueno que te gustó el relato. jajajajajajaja para que vean que a mi Akihito, ahí como lo ven; también tiene su 'garrita del mal'. xDDDDDD
Dios... no soy la única despistada jajajajajajajaja xDDDDDDDDDD A mí no me den nombres de calles o direcciones... pero de que encuentro el camino y llego, es suficiente. xDDDDDDDDDDDDDDD Gracias Keyla... por dejarme participar en tus eventos y bueno al final, una escritora se animó, empezamos bien el año... y ojalá veamos más historias de ella en tu blog. Gracias por darnos esta plataforma y estimular nuestra imaginación.
Viene San Valentín, niñas... y nuevo capitulo de You're my loveprize in viewfinder que sale el 27 de Febrero, y por supuesto MARDUK PROJECT... aunque no creo que lo esperen tanto después de leer HOJAS DE OTOÑO jajajajajajajajajajajajajaja xDDDDDDDDDD Hermosa, te mando hartos abrazos y besos... espero que ya estes 'super-buenota' como yo... podré comprender, verdad xDDDDDDDDDDDDDD
Okas, esperaré la info por el facebook, cuidate mucho.
SAYOOOOOBYE 3;)
Wow me encantó, es tan sexy la historia ͡° ͜ʖ ͡°
ResponderEliminarAsami eres un malvado, haciendo esperar a Aki de esa manera.. Pero uff bien que lo lograste complacer (͡° ͜ʖ ͡°)
Gracias por el cap, estaré esperando otra d estas maravillosas historias (*^^*) bye! Cuidate!(∩_∩)
NIII HAAAOOO!!! (HOOOLAAA)
Eliminargracias a ti, por leer y comentar. Que bueno que te gustó el relato,te mando un abrazo y nos leeremos pronto. Cuidate.
SAYOOOOOBYEEEE 3;)
Holaaaaaaaaaaaaaa
ResponderEliminarMi escritora erotica Favorita
Solo dire que este par si que saben como divertirse
Y ningun lugar es un impedimento para sus acciones XXX por mas "religioso" que sea
San Valentin San Valentin Te espero San Valentin
Besos....
JAJAJAJAJAJAJAJA Por Diox... profanando un lugar sagrado,jajajajajajajaja Bueno, la imaginación se me dio hasta en esos lugares xDDDDDDDDDDDDDD Pues ya me hicieron la atenta invitación... pero ahora lo que me urge es ya terminar con los cambios de mi manuscrito... espero terminarlo rápido... Gracias por comentar y nos leeremos pronto.
ResponderEliminarSAYOOOOOBYE 3;)