Hojas de Otoño. Capítulo 10.

 ¡Viniste! 

“La muerte no se opone a la vida, la muerte está incluida en nuestra vida.”

“El conocimiento de la verdad alivia la tristeza que sentimos al perder a un ser querido. Ni la verdad, ni la sinceridad, ni la fuerza, ni el cariño son capaces de curar esta tristeza. Lo único que puede hacerse es atravesar este dolor esperando aprender de él, aunque todo lo que uno haya aprendido no le sirva para nada la próxima vez que la tristeza lo visite de improviso.”

Tokio Blues, Haruki Murakami.

“But I heard you say you love me

That’s the part I can´t forget

And I wish that you come save me, boy

Cause I’m standing over the edge”

Rihanna.

Abro los ojos y veo la oscuridad invadiéndolo todo, últimamente dormito demasiado, lo prefiero así, ya que si me dejo arrastrar por los sueños, solo veo horribles pesadillas… y ojala eso fueran, la verdad es que mi vida se ha convertido en una pesadilla constante. Incluso despierto soy acosado por terribles recuerdos.

Por eso prefiero mantenerme en la superficie de los sueños, justo en el límite de la inconsciencia, allí donde mis recuerdos no me alcanzan y así estar en un apacible limbo.

He tratado de encontrar una manera de salir de aquí, de escapar de este maldito infierno. He mirado a qué altura me encuentro de la planta baja, y tomando en cuenta mis habilidades de escalar, creo que si salgo con una simple fractura de tobillo sería un milagro. El problema sería que si me atrapan de nuevo, la golpiza que recibí no será nada con la que recibiré.

Intentar burlar de nuevo a Henry, sería una estupidez, desde aquel día, es más precavido y siempre está alerta, además he podido escuchar pasos afuera de la habitación me temo que haya uno de sus guaruras afuera o hasta el mismísimo Justin. Intentar escapar cuando Mary está, tal vez sería fácil, pero solo de imaginarme lo que le haría… no… esa no es una opción.

Mientras repaso de nuevo mis rutas de escape, me he puesto de pie y caminado hasta la ventana. La cortina se mueve inquieta, y al acercarme al marco de madera, siento el frío viento que entra por ella y que acaricia mi rostro, haciéndome estremecer por su frío contacto. La oscuridad es poco a poco combatida por el hermoso brillo de la Luna que ya ha iniciado su ascenso.

Todo estaba sumergido en un insoportable silencio. Ya no podía más, odio el silencio, lo odio porque permite que mi mente se concentre en mi terrible realidad y entonces la soledad aprovecha este descuido para sentarse a mi lado, y es tan difícil echarla.

Me alejo de la ventana y busco el control remoto para encender la televisión, eso me distraerá. Al encenderla vague por varios canales, simplemente no soporto ver a las personas sonriendo, o escuchar música, o alguna película, todo me molesta, todo me recuerda a él. Me detengo en el canal de noticias y veo como el hombre de traje azul, está explicando las finanzas y las tendencias en la bolsa. Me recosté en la cama y observe como el hombre hablaba y hablaba de cifras incomprensibles para mí, tan aburrido fue, que sin darme cuenta volví a dormitar.

“Tal parece que el FBI había hecho varias redadas exitosas en bares y centros nocturnos, en los que se vendía drogas y se prostituían jóvenes de diferentes edades y nacionalidades, habían detenido a varias personas que estaban en los establecimientos, se harán las investigaciones necesarias para deslindar culpabilidades. Esto ha sido en Florida, Nueva Orleans y los Ángeles. Se cree que todos son parte de una misma organización de trata de blancas, la agencia seguirá trabajando para detener al jefe. Esperamos que nuestras autoridades pronto nos den más buenas noticias”

Escuche la noticia y pensé: que algún hombre de traje debe de estar muy molesto por el buen trabajo de la policía. El presentador dio paso a la sección de noticias del espectáculo, y mientras escuchaba como Sean Penn y una tal Kate del Castillo, actriz mexicana, habían entrevistado a un hombre de la mafia de ese mismo país. Tal vez yo debí haber hecho lo mismo, siempre tuve uno al alcance mis manos y ahora ya no está…

“Respecto a la explosión, el día del cierre del concierto Lollapalluza, el FBI ha dado nuevas declaraciones: los cadáveres encontrados siguen sin ser identificados, pero gracias a los restos, se sabe que los tres eran hombres, dos de ellos pasaban de los 35 años y el otro parecía estar en los 20’s, los forenses aseguran que son de origen asiático, que estaban vivos al momento de la explosión siendo esta la causal de la muerte, seguiremos con las investigaciones pues aun no sabemos ¿por qué estaban allí? Seguimos sin saber la razón del asesinato, no hay pistas sobre ¿quién podría haber sido el perpetrador de éste? Se ha confirmado que la bomba fue activada por medio de un celular, pues se encontraron restos de un dispositivo que responde a este tipo de tecnología…”

El presentador mostro imágenes de cómo había quedado el auto tras la explosión y solo eran cenizas mezcladas con restos de metal. La noticia me había sacado de mi limbo solo para sumergirme en el infierno de nuevo.

Mis ojos picaban, es como si desearan llorar pero creo que ya no pueden hacerlo, supongo que poco a poco me he ido consumiendo.

A mi mente viene la imagen de ese asombroso cuerpo y no puedo creer que haya sido consumido por las llamas, pensar en el dolor que debió de sufrir. Y ahora su cuerpo descansaba sobre una fría plancha, de acero inoxidable, en una solitaria sala de necropsias, siendo tratado con indiferencia. Cuando debería de estar siendo preparado para tener un funeral digo de alguien de su posición.

— ¡Asami! —pronuncie su nombre con una lastimera voz. De haber podido llorar, las lágrimas hubieran mojado mi rostro y pecho.

Cada parte de mi había sido tocado y besado por él. Cada célula de mi ser extrañaba a ese hombre. Mi cuerpo y mi alma gritaban por su ausencia y querían llorar por su muerte.

— ¡Asami llévame contigo! —grite para que me escuchara —. Sé que no te irías sin mí, así que ya no tardes más y ven por mí.

Este pensamiento invadió mi mente. Camine directo al baño y me pare frente al espejo.

Después de un mes de estar aquí, encerrado y sometido a los deseos de Henry, había llegado a mi límite. Estaba harto de esta situación, odiaba vivir de esta forma, en esta casa y después de mucho pensar también me odiaba a mí.

Me odio por haber matado a Asami, esa es la triste verdad que me ha aquejado desde que se lo dije a Henry.

—Yo mate al hombre que tanto me amo. Lo hice al haber desobedecido sus ordenes, al alejarme de su lado, al haber permitido que Henry se me acercara.

Mi cuerpo está exhausto por los golpes, por las constantes violaciones, la falta de alimentación y el no dormir, me están acabando. Al ver mi reflejo veo todos los estragos de un mes de aislamiento, el rostro que me regresa la mirada es la de un desconocido. Soy solo una sombra de lo que solía ser.

Mi rostro muestra la pérdida de peso, mis ojos se ven opacos, sin el brillo de las ganas de vivir, ensombrecidos por grandes ojeras. Mi cabello esta largo y cenizo, algunos moretones se pueden vislumbrar en mis mejillas. Qué bueno que Asami no me ve de lo contrario me desconocería, así como yo lo hago.

Mi mente se burla de mí, al recordarme imágenes de un joven que corría por las calles de Tokio con una cámara colgando del cuello. La sonrisa que en esos momentos siempre me acompañaba era solo un triste recuerdo que no volverá.

Los recuerdos de una vida feliz son tan aterradores como los de estos últimos días. Cerrar los ojos y ver a Asami a mi lado, besándome, tomándome entre sus brazos… es insoportable. El abrirlos de nuevo a esta triste realidad solo para darme cuenta de su ausencia y de que él no volverá me está matando.

Odio la soledad, odio saber que él está muerto… ¿qué más puedo hacer que lamentarme y llorar noche tras noche?

Es posible sanar un cuerpo lastimado; con el tratamiento adecuado cualquier lesión física se desvanece, incluso una mente dañada puede ser tratada… pero ¿cómo curas un corazón ausente?

Desde que llegue he pensado que el dolor de mi pecho es causado por mi corazón roto pero en realidad, yo no tengo el corazón roto, ya que no se puede romper algo que no existe… mi corazón se quemo junto al cuerpo del hombre que amaba. 

Todo este tiempo he deambulado en esta pequeña cárcel, sin una razón para ello, el dolor por la ausencia de tan vital órgano ha hecho que todo a mí alrededor pierda sentido.

Los primeros días pensé que debía odiar a Asami por dejarme solo, ahora pienso que no fue su decisión, él fue obligado a alejarse de mí y después de un mes, aquí, por fin se lo que debo hacer.

—Henry no va tenerme de nuevo, no dejaré que se vuelva a acercar a mí, sus asquerosas manos no volverán a tocarme —. Me lo digo.

Miro mi reflejo en el espejo y al ver a tan desgraciado hombre devolverme la mirada, despierta mi furia.

— ¿Por qué me deje hacer esto? ¿Por qué no pude hacer algo más? ¿Cuándo me perdí de tal manera? —Mi odio hace que golpee el espejo.

Lo golpeo una y otra vez con el puño cerrado, deseo desaparecer a ese miserable hombre que me observa.

Veo como se ha estrellado y sigo golpeando sin importarme el dolor de mis manos. Deseo sacar toda la frustración de la que soy preso. Sin embargo el espejo no es capaz de soportar mi embate y cae en pedazos sobre la loza. Miro la piel de mi mano y noto pequeños puntos rojos que empiezan a colorear la palidez de ésta. Justo el color que me recuerda a mi amante.

 

Al mirar los fragmentos de espejo, una idea que me ha acompañado desde que desperté aquí, decide salir de la oscuridad en la que ha permanecido en silencio; ella ha sido solo una espectadora de toda la tragedia, y como en una obra de teatro ha esperado tranquila a que sea su turno de actuar. Yo he sido consciente de su presencia, es solo que junto a ella había una pequeña, casi insignificante, idea que me mantenía aferrado a seguir adelante y era la estúpida esperanza de que tal vez él viniera por mí. Sin embargo después de todo este tiempo, se que él no vendrá o ya lo habría hecho, y tras haber escuchado las noticias, ya no hay duda… él ha muerto.

“Nada hay más doloroso para la mente humana que la mortal tranquilidad del alma y la certidumbre que sigue a una rápida sucesión de hechos y que priva al alma de esperanzas y de temores.”

Frankenstein, Mary Shelley.

Es tiempo de terminar lo que Henry ha comenzado.

Miles de ojos me observan asustados, como tomo un pedazo de espejo, él cual también parece observarme con temor. Aprieto ese lastimoso pedazo de mar y su filo penetra suavemente mi piel.

Mis manos tiemblan pero la decisión está tomada. Miro por última vez los miles de Akihitos que me regresan la mirada y por fin desde hace mucho tiempo veo en ellos determinación, para convertir esa idea en realidad, no importa si la idea es buena o mala solo importa llevarla a cabo.

Mi mano se mueve lentamente con aquel objeto frío en ella. Mis ojos recorren el borde y parece perfecto, tan perfecto como cualquier otra arma blanca.

Sin pensarlo más mi mano se mueve sobre mi muñeca y rápidamente dibuja una hermosa línea roja en ella. El escozor en la piel rota inicia a ser perceptible por lo que me apresuro a terminar con esto; reúno mi valor y cambio de lugar el trozo de espejo, ahora es sostenido, con algo de dificultad por la mano que está dejando escapar mi vida. Repito la misma acción que en la otra muñeca y la fina línea comienza a desbordarse, dejo caer el arma y miro su borde ensangrentado.

Gotas rojas colorean el inmaculado blanco del piso, al igual que lo hacen con los miles de ojos que me observan, felices de haber hecho lo correcto.

El interminable rio rojo que emanan mis muñecas corre sin cesar nada parecer poder detenerlo y yo no intentaré pararlo. Los pocos minutos que llevo dejando escapar mi vida, empiezan a causar estragos, siento un leve mareo. Así que busque donde sentarme. Salí tambaleándome del baño y camine hasta estar frente a la ventana, allí me deje caer.

Sentado sobre la alfombra y recargado en la cama, de esa manera tan cómoda y mirando la Luna en todo su esplendor y siendo iluminado por ella, es como terminaría mi vida. Mi vida fluye libremente por mis piernas y con ella se iba los dolores de este mes. El deseo de vivir se había ido hace mucho tiempo atrás; así que solo era cuestión de tiempo para que todo terminara.    

El frío se está apoderando de mi cuerpo y siento como si estuviera durmiendo lentamente, los leves latidos de mi corazón son casi imperceptibles, al parecer a decidido darse a notar al final solo para despedirse.

Mi vista se nubla, es como si una fina tela cubriera mis ojos, mis oidos zumban, pero aún así, escucho extraños ruidos que perturban el cotidiano silencio, o tal vez sea la bienvenida a ese desconocido mundo al cual me voy adentrar. Mis parpados son cada vez más pesados, ya no puedo mantenerlos abiertos y dejo que se cierren, es como si el telón del escenario fuera cerrado, y los actores que esperan atrás solo escuchan el murmullo de las personas frente a ellos. El frío no se detiene y me abraza fuertemente.

Ya no escucho ni veo nada y mi boca está seca. Decidí aceptar el ofrecimiento de la muerte y accedí a entregarme a ella sin pelear y así lo haré, supongo que todos estos malestares no son nada comparados con los que él sufrió.

Incluso ahora que la oscuridad me ha rodeado, mi mente es ocupada por Asami.

—Mí amado Asami, tarde en encontrar la respuesta a nuestro problema pero al final lo hice —murmuro lentamente, supongo que mi voz no se escucha pues siento que la fuerza me ha abandonado.

—Asami ven por mí, quiero verte, ahora ya nada nos separara —murmuro con dificultad, pero estoy seguro de que me escucharas, no importa donde estés, sea cielo o infierno, mi voz te guiara hasta mi. 

“Desde el principio estuvimos unidos en la frontera de la vida y la muerte.”

Tokio Blues, Haruki Murakami.

Estoy siendo sumergido en la eterna noche, los brazos de la guardiana, de este lugar, impiden que me mueva y me sumergen aún más. Sin embargo mi mejilla percibe el suave tacto de una persona que conozco, incluso su voz llega a mis oídos o es mi cerebro que juega conmigo como despedida o acaso es la locura de la muerte:

“Akihito”

Su voz triste y desesperada es igual a la de la última vez. Asami ha venido a reunirse conmigo, por fin ha venido a recogerme, su borrosa imagen me mira desconsolada. Mi mano fría y entumecida logra moverse y tocar su mejilla, se que ahora estaremos juntos por siempre.

— ¡Por fin viniste…! Gracias…

“Sus imágenes me golpeaban, una tras otra, como las olas de la marea, arrastrándome hacia un lugar extraño. Y en este extraño lugar yo vivía con los muertos. Allí Naoko estaba viva y los dos hablábamos, nos abrazábamos. En ese lugar, la muerte no ponía fin a la vida. Allí la muerte conformaba la vida.”

Tokio blues, Haruki Murakami.

Olvide el nombre de la canción de la cual saque la segunda cita, sorry. Según yo y mi línea del tiempo, lo de la nota de Kate del Castillo no debía de ir pues son de diferentes fechas pero deseaba meterla, fue por el puro antojo, así que disculpen por ello.

Les gusto?

Espero que si, a mi me encanto. Les debo una explicación que si daré pero he decidido que sea hasta después del siguiente capítulo ya les diré el por qué.

Comenten mucho por favor eso me hace muy feliz.

Como no deseo hacerlos sufrir demás, el capítulo saldrá pronto, de hecho muy pronto, tanto que las lectoras de otras historias me odiaran por no actualizar sus favoritas.

Chicos los amo, cuídense mucho.

See you :)

 ANTERIOR                                 SIGUIENTE

EXTRA: Capítulo 10.1